31 diciembre 2011

Celebrando el año...

Después de la debida reflexión de estos días creo que puedo decir que soy de las personas que terminan el 2011 mejor de lo que empezaron.
Y es que a pesar de todos los sinsabores que salpimentaron este año que se cierra, yo me siento mejor conmigo misma, y ese descubrimiento tan crucial, es en realidad lo único que importa...
Y ello me hace sentir más FUERTE,
Y por eso me despierto más TRANQUILA,
Y por eso cada día puedo REIRME más,
Y ello me convierte casi en INVENCIBLE.

Por esa razón, en el día que se cierra un ciclo anual más, mi única petición al Universo es que me deje tal como estoy. Esto tiene un poco de truco, porque este deseo conlleva unos cuantas implicaciones, como:
Que me permita seguir elevándome por los cielos de mi querida ciudad para inventarme un cuento con cualquier excusa.
Que me siga alentando para seguir cambiando los versos de las canciones sin que caiga un chaparrón.
Que me acompañe en las frías mañanas cuando las cosas no vayan bien y en las heladas noches cuando todo siga pendiente de un hilo.
Que me continúe agraciando con la sensación de saberme especial y por ello, infinitamente libre.
Que me deje seguir ilusionándome por cualquier tonteria y que me haga olvidar cualquier contratiempo lo antes posible.

Desde hace un tiempo ya no pido ser feliz, porque un día descubrí a través de una persona que ya nacemos enteramente felices por el hecho de no tener que pensar para respirar…

¡Así que atentos todos a saber vivir esa Felicidad y a no perderla!
¡A por nuestro 2012!

24 diciembre 2011

Feliz Navidad


Quizás sea cierto que el espíritu navideño está cada día más desvirtuado, y que a algunas tradiciones se le han añadido muchas capas de otros intereses. Quizás sea cierto que en estos últimos tiempos, a los entrañables momentos familiares se han colado palabras como incertidumbre y pesar.
Sin embargo, a pesar de todo ello, a mi me cuesta mucho durante estos días ceder a la imaginación. Solo durante la Navidad, es posible cerrar los ojos y sentir la dicha, el amor, la bondad. Solo tienes que hacer la prueba, relajarte un momento. Si lo haces, quizás podrás sentir, como yo...

...Como la nieve blanca y sin peso se posa levemente sobre las aceras de una ciudad que anochece, mientras a lo lejos, dos almas escondidas tras el calor del abrigo, se abrazan.

...Como la algarabía y los aplausos rompen primero el silencio y siguen al golpe seco de una botella de champan que acaba de ser descorchada....Como los villancicos tradicionales llenan el gélido ambiente de invierno, mientras ante el escaparate, un par de naricitas inocentes miran con la boca abierta cientos de regalos.

 ...Como de repente, sin avisar, alguien llama al timbre de una casa cualquiera, y tras largos meses de ausencia, desde ese instante, el hogar vueve a llenarse de luz.








 ...Como en casa de mi vecina ya mayor, irrumpe inesperadamente el revuelo en el comedor, donde los más pequeños se persiguen por debajo de la mesa llena de turrones, mazapanes y neules, mientras los mayores se regalan sus mejores deseos.

Y es que solamente en Navidad, se multiplican los mensajes positivos, ya sea en postales, en mensajes o envueltos en una simple despedida en el supermercado de siempre. Y es que, por arte de magia, el mundo detiene por unos instantes su ajetreo y todos nos concentramos en ser un poco más humanos.

Así pues, aunque sólo sea por un instante, dejémonos envolver por el espíritu navideño, por el deseo de hacer el bien, por las ganas de amar y brindemos por ser unos afortunados de estar aquí, juntos, un año más.

17 diciembre 2011

Por pedir...

Hace muchos años leí una novela que pasó sin quedarse en mi selectiva memoria y que tenía un punto de arranque muy interesante: la protagonista solía escribir un diario íntimo y se lo iba dejando olvidado en cualquier sitio. A través de ese despiste intencionado conseguía que el otro conociera sus deseos y caprichos, sus miedos y sus dudas. La mirada del otro, se llamaba.
Si me deslizo de vez en cuando por la empinada rampa de la montaña rusa de mi mente es debido a mi habilidad para guardar silenciadas quejas esenciales o para esconder mi desánimo tras mi obstinado orgullo. Por eso hoy, a través de una especie de diario olvidado, he decidido hacer una lista de peticiones para aquellos que me quieran y sigan leyendo. Creo que es el momento adecuado, ya que a mi alrededor todo el mundo está pidiendo sus regalos de Navidad. Quizas, con un poco de suerte, algunos de estos deseos se harán realidad. Por pedir…que no quede. Aquí van:
A los que no proponen: me gustaría recibir de vez en cuando una invitación vuestra para quedar, que no fuera ficticia, que tuviera un par de días concretos y sobre todo, que incluyera un cachito de ilusión.  
A los que solamente piden: me conformaría con que algún día me sorprendieráis con un regalo, del tipo que sea, y que yo supiera que es para mí. Solo con pensarlo, ya sonrío.
A los que ocupan mi tiempo: tengo la gran suerte que solo con pasear y abrir los ojos, ya me suceden cosas, pero claro, tengo que darles la oportunidad. Los artistas inventamos a través de los sentidos, pero si nos atrapan en oficinas y nos roban la energía, nos apagamos. ¡Necesitamos salir a la calle más a menudo!
A los fiesteros: la próxima vez que os vayáis de copas o cuando tengáis previstas unas risas, no olvidéis llamarme. Que la risa es de las pocas enfermedades contagiosas que se agradecen.
A mi jefe: ejem, ¿cómo puedo decirle que me suba el sueldo?...,que sí, que tengo una lista de buenas razones…
Al Dios adecuado: gracias por seguir tachándome de la lista de personas con salud delicada. Sigue así y por favor, haz lo mismo con todos los que quiero. ¿Podrías además dar un empujón para los que aún están en ello? ¡Gracias!
 Al que tengo al lado: no me gusta que me llames “jefa”, me recuerda que nunca lo seré, y además me hace vieja y gruñona. Los que nacimos currantes lo que se nos da bien es ofrecer ...¿no ves que no mando ná de ná?...
A los que están a mi alrededor: recordad que me encanta el cine, (¿cuándo vamos?), que me pirran los restaurantes románticos, y que si queréis que salte de felicidad, solo tenéis que sorprenderme. Venga, que soy muy fácil.
A los que se perdieron en los enredos del tiempo: por favor, llamadme, ¿no os dáis cuenta que os echo de menos?
A los que se olvidaron este año: cuando vuelva a ser mi cumpleaños, llamadme por teléfono, enviadme un mensajito o haced una señal de humo, ya que lo estaré esperando…para mí es MUY importante.
 (…)
De momento, no se me ocurre nada más que sea imprescindible. Escribir ha sido muy sencillo, así que si algunos de estos deseos se hacen realidad, quedará demostrado que para conseguir lo que sea, no hay nada más simple que pedirlo por su nombre…Así.
¿por qué no lo pruebas?

26 noviembre 2011

Mi servicio a la democracia

Probablemente pocos somos los afortunados que aún podemos vivir al margen de algunas de las obligaciones que la sociedad impone. Por estar en ella, te caen del cielo desventuras como abrir una cuenta en el banco de la esquina o pagar el impuesto de recogida de basuras o el del vado del parking, que te pillan desprevenido por carta en el buzón de la escalera. Por el sentido de pertenencia, te acercas hasta el ayuntamiento para empadronarte o te reunes por las noches con tus nuevos vecinos para hablar de las reformas...
La lista de las obligaciones de las que he logrado escaparme hasta ahora podría alargarse indefinidamente. Quizás tengo suerte o hay otros que lo hacen por mí, pero simplemente me he despreocupado sin más. Sin embargo, la semana pasada la democracia me pilló desprevenida y caí. Apartada de la seriedad de la sociedad, no previne que quizás ella pudiera encontrarme y obligarme a ir...
Mi nombre salió agraciado y por ello fuí elegida para ser vocal en las elecciones generales. Por aletoriedad, fuí a parar al centro neurálgico de la política. El escenario fué el barrio que me vió dar mis primeros pasos y al que nunca volví más que de visita.
¿Qué podía hacer más que darle la vuelta a las elecciones y convertir las catorce horas en un experimento de escritor?
Era sencillo: solo había que abrir bien los ojos y aprender a mirar en lo pequeño y escuchar. Quizás así podría averiguar algo de aquel lugar que un día fué mío, del porqué un barrio obrero y sencillo, hasta hace poco tiempo izquierdista y revolucionario, se había convertido en una franquicia para la derecha españolista. O quizás podría ir más allá y comprender en qué se habían convertido aquellas callecitas en los que transcurrió mi infancia…
Durante aquel día apunté a muchas Josefas, Franciscas, nombres compuestos y solo un Jordi, pero si un par de Montserrats, como mi madre. Ví que aquel barrio continuaba estando lleno de gente mayor, de semblante serio pero que después de un par de bromas sonreían, siempre que la sordera no les hubiera mermado sus facultades. Vestían con rigurosa sencillez y algunos arrastraban los pies, probablemente cansados de luchar por un futuro para sus familias.Te lo decían justo después de votar, cuando el sobre blanco caía atrapado en la urna como tantos otros. Era como una especie de plegaria, a ver si las cosas mejoran, como si se disculparan por lo que estaban haciendo, como si fuera aquella su última aportación.
Me dí cuenta que allí vivían varias generaciones, originales de la inmigración interna de los años 60, con apellidos extremeños, o de Cuenca o de Almería, y cuando les preguntaba, me decían, sorprendidos: sí, el que vino antes es mi hermano, o mi padre, y aún te falta mi tí, que también vive cerca...¿será que no han tenido más oportunidades y por ello no se han movido?, ¿qué les habrá retenido allí?
En el colegio electoral, encontré muy pocos inmigrantes, apenas un par de peruanos, una família marroquí y una joven rusa. Pero fuera del colegio electoral, aparecieron todos de repente:rumanos, africanos, latinoamericanos...llenaban las calles. En el interior de las antiguas tiendas de ultramarinos, observé caras indias o marroquíes que hablaban en lenguas desconocidas. Mientras tanto, en la esquina, un español le gritaba a un extranjero y más allá, unos extranjeros entraban en edificios propiedad de españoles. El aire estaba enrarecido por la maldita crisis, y en los bancos, la gente seguía esperando un golpe de suerte. En algún rincón oscuro, alguien vendía drogas, y a pesar que yo no era capaz de darme cuenta, una voz a mi lado me lo contaba. En varías casas, los despidos habían provocado depresiones y estas habían causado el final del amor conyugal…
Pero en mi mesa electoral, ajena a todo, aparecieron también muchos recuerdos:
Como el viejecito con un apellido conocido que me lleva a mirarlo mejor: es el señor de la tintorería, un mágico lugar donde la ropa se hinchaba encima de un maniquí.
Como el suplente que me reconoce y me dije tu no eres la hija del Pepe, la que hacía natación? (entonces tenía 10 años…). Es el horchatero de la esquina, que aunque hace años que vendió el negocio, para mí seguirá llenando eternamente el envase de limonada con el enorme cucharón.
Como la señora número 300, a la que que queremos  inmortalizar con una foto, que resulta ser una de las niñas de mi colegio, que al verme ,-después de 25 años!-, me llama por mi nombre y me dice, verdad que tu tenías aquel perro marrón…La veo como una señora mayor, pero recuerdo que ya de niña era así, por lo que simplemente suspiro y me alegro sinceramente que la vida le vaya aperentemente bien.
Al final, durante el escrutino, y ante los resultados, no llegué a sorprenderme: ya sé que todo es un ciclo sin fin y que es necesario que todo baje para volver a subir, ya sé que todo tiene una causa y varias soluciones…Así que es hora de alejarme en cuanto pueda de la política y de sus apariencias para dar servicio a los demás en lo que mejor se me da, lo más simple: dar cada día los buenos días y agradecer que lo mejor se halle en los pequeños detalles, para poder compartirlo...

15 noviembre 2011

Una montaña rusa

Durante el bachillerato, léi un libro tronchante llamado la Tesis de Nancy de Ramon J.Sender. Trataba de las visicitudes de una joven americana que, en los años 60, había viajado hasta Sevilla para realizar una tesis sobre los gitanos. Los malentendidos y las dobles interpretaciones eran constantes.
Durante este fin de semana, me he sentido de alguna manera como esa americana, un objeto extraño y particular que casi por casualidad se había colado por unos días en la vida festiva de los mexicanos.

Llegué a destino después de una semana agotadora, volando como un pájaro migratorio, sin escalas ni paradas para repostar, con el estómago vacío y los ojos derrotados por la falta de sueño. Me recogieron mis amigos y me llevaron a cenar, y a pesar de que el ojo izquierdo se iba deslizando hacia abajo, lo cierto es que fuimos retomando en cada plato aquellos viejos y buenos momentos.

El hotel, una preciosa mansión colonial, me esperaba casi con exclusividad, porque los turistas habían ido disminuyendo a medida que la propaganda sobre muertes y narcotraficantes sellaba paulatinamente las ganas de aventura de los turistas de la vieja Europa. Tenía todo un fin de semana para descansar y para descubrir con sorpresa que viajar sola por México es sorprendentemente sencillo: el trato es tan cercano y fácil, que al momento te sientes querida.

Es una cultura dulce como la leche condensada, a pesar que todo lo coman con chile, una especie que convierte en fuego cualquier alimento, que asimila todos los sabores en uno. Sus gentes no solo te besan, sino que te abrazan efusivamente, y no únicamente los amigos sino cualquier persona que ha cruzado contigo más de 10 palabras. Y después del abrazo vienen las palabras zalameras, la mitad de las cuales no entiendes pero que  te suenan tan divertidas ....será que están entonadas como una canción.
 Aquí existe la cultura del enamoramiento empalagoso, del demostramiento público con carantoñas y arrumacos que, sí, que te quieroooo: se llaman al trabajo dos veces al día para decirse te amo, y si al otro lado de la línea no hay contestación (porque, por ejemplo, están reunidos con otras 5 personas), se enojan. Aquí no hay medias tintas, simplemente. He oido frases tan cursis como “yo por ti me cambiaría hasta de nombre”…y sin embargo, un día...ese amor se acaba. Es como una montaña rusa. Las relaciones son el reflejo de una canción de mariachis. 
Y en un determinado momento, después de tanto amor y pasión, una fuerza contraria indescriptible puede con todo y se descontrolan. Del padrísimo, wei, chingón, pinche y otras palabras que describen el buen rollo, nos vamos a las discusiones acaloradas, al “aquí nadie te quiere”, “márchate, que no eres bien recibido” delante de todo el mundo. Y si además están bajos los efectos del alcohol (aquí se toma mucho), de las palabras se pasa al gesto, y el resultado puede ser espectacular: señoras con tacones, pintadísimas y divinas cayendo de bruces al suelo arrastrando dignidad y rodillas rasgadas. Lágrimas y abrazos, pues. 
Pero una española siempre está a salvo de todo peligro, los mexicanos, a diferencia de otras culturas latinoamericanas, derrochan fervor por la madre patria española. Conocen a nuestros políticos, incluso la fecha de las próximas elecciones, son todos del madrid o del barça, siguen nuestros programas por televisión por cable o youtube, admiran el coraje del Follonero o el ingenio de Buenafuente, y desean con sinceridad que el movimiento de los indignados se haga global y que pronto la crisis de valores de la que adolecen se esfume para dar paso a una nueva y mejor sociedad.
Así sucedió: un fin de semana llena de sonrisas y abrazos sinceros, condimentada de recetas picosas, con pasión y diversión, naturalidad, amistad, buenos deseos y un sincero “qué bueno que viniste”…
Habrá que volver, pues, a este gran parque de atracciones.



30 octubre 2011

Inventari

Avui he pensat que potser molts moments de la nostra vida es van quedant enganxats sobre objectes inútils als que ara no donem importància. Per ser com són, els abandonem sense dolor i un dia, al cap del temps, els tornem a rescatar de l'oblit. Llavors en observar-los atentament, ens adonem que cada petit objecte conté una història que amb suavitat, comença a desplegar les seves ales fins inflar-les com la vela major amb vent favorable.
(…)
Avui he tornat al meu antic pis i justament ara, estic sentada darrera la petita taula que em feia d'escriptori. Respiro profundament per gaudir d' aquest instant i, sense voler, fixo els meus ulls en el quadre que sempre ha estat aquí: és un làmina grega que vaig comprar a Paestum, al Sud d'Itàlia, on es veuen dues grans columnes clàssiques a la dreta i com des d’allà, un home atlètic es llança de cap per submergir-se tranquil.lament dins un llac que s’identifica amb el més enllà…Quina forma més amable de rebre la mort, no?...
Es sorprenent tornar a ser aquí, olorant tots aquests llibres desordenats, molts dels quals no he llegit encara, dins un vell pijama que ja no olora a mi, amb els peus descalços, en la mateixa postura que fa uns anys, perquè l’únic que no canvïa mai és un mateix. Com si fos ahir, com si demà no hagués de marxar fins qui sap quan, i es que la vida t'arrossega d'un lloc a l'altre sense que te n'adonis, com un petit veler enmig d'un gran oceà.
Retrobar-me amb alguns records és tan senzill com aixecar la vista, girar el cap un pèl a l’esquerra i resseguir amb la mirada una estanteria plena de llibres barrejats amb trastos:
Veig petites llibretes, de tapes de colors vius, que són regals d’amics que van voler animar-me a trobar un espai per plasmar la meva inspiració. Les obro una a una i em sap greu que encara estiguin buides, només la primera plana porta la meva lletra d’un humor variable, però reconec que hores d'ara he après a acceptar-me tal com sóc. Somric en adonar-me que tots ells van adivinar les meves manies: prefereixo fulls blanques sense ratlles, que tingui una goma elástica per tancar les tapes, i si pot ser, amb anelles  perquè sigui més fàcil escriure pel darrera... 
Uns centímetres més enllà, un coixí-cotxe que no serveix per res més que per ocupar espai, em recorda al coixí-cotxe vermell que vaig regalar-li un Nadal a l’oncle Vicenç, un home que cal admirar, d'una inteligència fascinant: capaç d’aprendre anglès als 85 anys o fer anar un ordinador només amb el llibre d'instruccions, o col.locar dins un mapa totes les capitals del món, que em parlava d’una guerra on ell era el protagonista d'una pel.lícula real. Quan ens va deixar ja no distingia la nit del dia, però per sort vaig tenir temps per donar la mà i fer-li pessigolles. Darrera el cotxe-coixí, han anat apareixent tots aquells dimecres al vespre on sopaven els tres plegats, la tia Paulina, l’oncle Vicenç i jo.
Una mica més amunt,  veig una fila de carpetes, on segueixen adormits alguns contes que van ser escrits amb emoció i que algún dia rescataré però no ara. I al seu costat, diccionaris de totes les classes que ja no tenen ús, perquè també jo he cedit a la facilitat de la tecnologia i els temps de fullejar pàgines en la recerca de la paraula exacta s'han acabat. Just ara recordo la primera vegada que vaig jugar a buscar al diccionari: “qui trobi primer el significat de les 5 paraules que apunto a la pissarra i les escrigui correctament tindrà un premi”...Aquests eren els concursos dels divendres on la senyoreta Núria ens animava a tots els nens a jugar i competir, avançant-nos en el futur que havia de venir. On estarà ella ara després de tants anys? Quantes lliçons vaig aprendre amb ella, si sabés... Inclús ara segueixo fent servir els concursos, els jocs…en tantes ocasions!
La llista d’obsequis que s'amuntega per aquí és àmplia i variada: frases que són en sí mateixes un regal, regals fets a mida com les arrecades que avui porto fetes a mà del meu color favorit, o inservibles com una minúscula pilota mig desinflada amb la que jugava a tenis en diagonal quan els meus antics jefes no hi eren, o presents extranys como una ovella de llana per dir-me que era especial o potser que seguís somiant, o una abeja Maya, que potser volia dir-me que sóc alegre o que no creixeré mai...
Tots ells, en definitiva, part d'un inventari d'objectes aparentment inútils però molt valuosos perquè de cada un s'hi ha quedat enganxat un record.Tots parlen de mí, de moments que van ser importants o divertits o insòlits o greus…però sempre únics. Objectes i llibres amuntegats, històries reals i fictícies barrejades en el mateix espai...
No us atreviu a tirar res!


PS. Inspirat en el títol de la cançó Inventari de Pau Alabajos.Inspirat per l'aire mediterrani de Sitges.

23 octubre 2011

Un domingo pequeño


Llueve tras los cristales y las gotas caen fríamente sobre las hojas de las plantas resbalando por los tallos hasta la tierra de las macetas del patio. En la cocina, el lavavajillas sigue con su letanía cansina, llenando el espacio de una rutina pegajosa. La luz está ya abierta, a pesar que son las cinco de la tarde, y las sombras de mis dedos sobre el teclado bailan cada vez que escribo.
Hoy es uno de aquellos días de lluvia aburridos, en los que apenas hay estímulos, en los que las horas pasan con tedio para alivio de los cansados del  estrés de la semana: hoy no hay citas a las que llegar tarde, no hay pensamientos revoloteando como moscas en una misma cabeza, no hay llamadas de teléfono ni decisiones que tomar, ni excusas, ni órdenes, ni ná… Solamente un ruido de fondo de agua que limpia los platos interrumpe mi silencio, al que se une el sonido de mis dedos agradeciendo que haga bailar a sus sombras, como un aprendiz de pianista.
Debería agradecer estos días insulsos, este oasis de reposo y de paz, pero a la vez me pregunto si entenderá la mente este parón tan excesivo, que pasa del todo es importante al nada es crucial, que deja de fijarse en lo grande para reparar en lo minúsculo. Y es que ahora me molesta hasta el cajón que me dejé medio abierto al guardar los cubiertos, advierto que aún quedan migas de pan por el suelo y no dejo de mirar las hojas secas que dejé tiradas tras cortarlas esta mañana.


Es extraño, si no fuera un día tan tranquilo ni siquiera las vería, y sin embargo, hoy me digo:
debería levantarme y …

…cerrar el cajón,

barrer las migas,

tirar las hojas secas…

Buff, cuántas obligaciones. Paso.
Sigue la tarde y descubro como imperceptiblemente se mecen las hojas al contacto de las gotas de lluvia. De repente, pasa una volando a mi lado una mosca diminuta y me asusto, así que decido ir a la nevera y me como por vicio una chocolatina que abro con ansia para ver qué tal me sienta. Al desconcentrarme, dejo el teclado y pongo un poco de música y suena Old Goodbies de Pájaro Sunrise y por fin, decido que toca desperezarse, que ya está bien por hoy.
...Y en media hora, me levantaré, me vestiré y me iré a dar una vuelta, sin más, para terminar a mi manera este domingo tan tranquilo: con una sonrisa. Esta.

15 octubre 2011

La familia perfecta

Justo delante de mi casa vive una familia como la de las películas. El es alto y apuesto, ronda los treinta y cinco y sabe que es un seductor. Ella posee esa belleza fría y distante,con una piel tan lisa como la de una muñeca y un pelo ondulado de un rubio brillante. Creo que nunca la he visto con el mismo vestido.
Todos los vecinos sabemos que él es un hombre de gran éxito en los negocios, tiene esa pose altiva del que está acostumbrado a dar órdenes muy a menudo, con aquel poder capaz de cambiar destinos. Ella sin embargo, no trabaja, a pesar que nos contó que fue a la universidad, aunque por supuesto tampoco es una ama de casa: tiene aficiones como montar a caballo o salir de compras todas las semanas.

Ambos tienen dos hijos tan perfectos como sus padres: tienen los dientes blancos y alineados, no están ni escuálidos ni obesos, su pelo jamás está alborotado y en la ropa nunca hay huellas visibles de una batalla entre críos.
Esta familia transmite una envidia sin sentimiento, ya que son un arquetipo demasiado irreal para tenerles rabia. Sin embargo, creo que hay algo que se nos escapa...
En su dormitorio, que está en la planta de arriba, hay una ventana que da a la calle y desde mi habitación, les veo perfectamente. Como ambos fuman, muchas veces suben hasta allí para que los niños no lo sepan. Entonces se apoyan contra la pared, abren las cortinas y la ventana y aspiran con fuerza el aire de la ciudad. En ese momento, cuando nadie les observa, se despojan de sus corazas y son simplemente seres humanos.
Sólo en esos instantes, la mirada de él se torna triste y le aparecen unas bolsas justo debajo de los ojos, como si acarreara un peso muy grande en su interior. 
A pesar de todos sus premios y del dinero que ya ha ganado, perece un hombre solo, con un secreto no puede contar a nadie. Cuando has descubierto esa mirada, todo el rompecabezas empieza a encajar: por eso fuma tanto, trabaja tanto, viaja tanto…
Se marcha muy pronto por la mañana y a veces ni siquiera regresa… ¿a dónde irá ese alma en pena durante las horas de extravío?, ¿con quién se sentirá cómodo para acostarse en un sofá y con los ojos cerrados, contarle sus miserias?, ¿quién le hará olvidar quién fué y en quién se ha convertido?
Cuando ella se asoma por la ventana, sus manos agarran el cigarrillo de forma crispada. Su caladas son intensas, como si quisiera tragarse de golpe todo el aire y luego expulsarlo en una especie de purificación insana…
Un rostro tan bello y sin embargo nunca sonríe. Posee una apatía que la delata: quizás preferíria ir al campo  hacer un picnic con ensaladilla y unos sandwiches o ir al cine o comerse un helado ensuciándose las manos de dedos largos y uñas recién arregladas en lugar de ir a reuniones sociales. Quizás le gustaría que su pareja se acordara de llamarla de vez en cuando para decirle “cariño, te echo de menos…”. Qunizás se sentiría mejor si en lugar de estar en casa o en el gimnasio, las mañanas las pasara rodeada de compañeros de trabajo hablando del programa de la noche anterior sin más complicaciones.
Ambos salen a menudo a fiestas sofisticadas, él siempre detrás de ella, admirándola como un trofeo, ella con unos vestidos preciosos y zapatos altísimos sobre los que se mece con gracia. Su coche azul y brillante deja un halo de sofisticación en el entorno, pero tras de sí, no parece haber nada más.
Me gustaría poder hablarles, decirles que no duden que la vida es maravillosa, que se relajen y que dejen de seguir los convencionalismos inútiles, pero por más que lo intento, me es imposible: ellos viven en los lejanos años sesenta, la ventana por la que los observo es una pantalla de televisión y ellos son solamente unos personajes de ficción.

08 octubre 2011

Una història darrera una cançó


En Miguel acaba d’arribar a la trentena, és alt i prim i té una mirada molt dolça. Porta el cabell sempre despentinat com si acabés de baixar-se d'una motocicleta. Malgrat se sent orgullós de ser argentí, ja fa deu anys que viu a Catalunya. Ell va ser un de tants que va deixar Buenos Aires tot just quan les conseqüències del Corralito començaven a escampar-se per cada llar tenyint els cors de desesperança i encomanant-los un desànim que els impedia tirar endavant.
Fa temps que viu a una masia vella a Vallvidrera, que va poder llogar a travès d’una parella d’argentins que van voler provar de tornar de nou a casa. Quan està molt capficat, li agrada anar al minúscul tros de terreny on hi té plantats quatre enciams i es posa a arreglar l’hort. Abans es prepara una infusió de mate que va bevent lentament deixant que els pensaments s’enlairin també. Dels argentins va heredar un cotxe que té molt anys, un seat Panda blanc amb els seients desgastats i grisos, que el fa renegar de tant en quant però del que no se'n sap desfer. No té més possessions, ni de moment necessita més, perquè l’amor se li va quedar enredat entre les llargues cames de la ciutat del tango mentres discutien inútilment sobre el futur que els esperava.

En Miguel però se sent un home afortunat. Amb molt d’esforç ha aconseguit guanyar-se la vida fent el que més li agrada: ensenyar als nens l’art del circ. Als estius, sempre que pot, empaqueta l’ imprescindible dins una bossa desgastada, hi col.loca els pantalons blaus de tirants, la camisa de topos i el nas vermell i recórre el món amb l’equip de Pallassos sense Fronteres. L’ infinita alegria que li regalen els centenars de somriures de futur incert la va repatint a petites dosis durant l’any a tots aquells altres petits del centre cívic: quan els entrega la mà segura mentres travessen lentament el cable d’acer o quan els ensenya cóm concentrar-se en un únic punt per llençar les bitlles de colors que volen alternativament d'un costat a l'altre.

Degut a la crisis actual o a la lletra d’una cançó, en Miguel ara fa hores extres els caps de setmana. Es disfrassa sota la pell d’un gos de grans orelles i condueix el seu cotxe atrotinat fins la part alta de la ciutat. Els porta un pastís de cumpleanys i d’altres regals, una tarda de jocs i la felicitat que també aquests nens necessiten.


Una tarda d’estiu, el destí joganer ha fet que darrera la porta d’una de les cases benestants, aparegui de sobte la Julieta. Ell està en xoc. Durant uns segons s'ha quedat paralitzat i el pastís dins la caixa de llaç vermell li ha anat relliscant cap a un costat. Ella li diu compte que no caigui en un correcte català i el fa passar amablement, els nens estan al jardí, per aquí si us plau. No el pot reconéixer perquè està completament amagat sota la pell d'un gos gegant.
La Julieta és ara una dona rica amb dos nens petits, i mentres l' observa, se n'adona que no sembla la mateixa, els gestos són suaus i medits, la mirada ja no dubta com abans. Es va pentinant una cabellera llarga i brillant amb uns dit d'ungles vermelles mentres mira els petits cóm corren...
En Miguel sap que és millor que no li digui res i que tot segueixi com fins ara. Durant la tarda està nerviós, està a punt de caure dos cops i no s’ ha tret en cap moment el disfràs. A l'hora de pagar, però, ella l’ha convidat a un cafetó. No sap trobar cap tema de conversa, i en un moment, ella s'ha aixecat i li ha donat la mà i l'ha dut fins al cuarto de la planxa.

I allà a les fosques, entre camises i xandals, mitjons, petons i americanes, en Miguel creu haver sentit el seu nom…

Sentat al seient del cotxe, el Miguel mira enrera pel retrovisor durant un breu i últim instant. Ara sap que ja toca tirar endavant. Posa la clau al contacte i miraculosament, el motor engega a la primera.



Interpretació molt lliure de “L’home que treballa fent de gos” – Els amics de les arts.

http://www.youtube.com/watch?v=s0kYjgKDYY0

24 septiembre 2011

Huecos por rellenar

La emoción, la ilusión, el valor a los momentos, todos son ejes de la misma patraña, al menos hoy lo veo así, cuando después de decidir olvidarme un poquito de mi bienestar y dedicarles el sábado a mi familia, la sensación del después es de tristeza y vacío.
Debería haberme acostumbrado. No es la primera vez que ocurre. Quizás por eso vuelvo con frecuencia a la magia que rellena los huecos de los sinsabores, por eso necesito inventarme las piezas que faltan para terminar el puzzle. Quizás por eso comencé hace tantos años a escoger las palabras para pintar hojas blancas de una libreta.

Yo que nací para regalar, para remover mínimamente las almas para que aprendiesen a ver el sol cada mañana, me pellizco hoy escondiendo las manos debajo de la mesa para que con ese dolor se contrarreste el otro que siento cuando oigo conversaciones egocéntricas y de mal agüero. ¿Cómo puede ser que yo sea incapaz de remover ni un milímetro de su postura implacable y soberbia? ¿Cómo puede ser que yo no sepa la manera de convencerle que el mundo no va en su contra? ¿Cómo hacerle ver que si sonríe, los demás sonreirán, que si les habla sin gritar, los demás se relajarán, que si se hace entender desde la humildad, los demás le escucharán…?
Yo que solo pienso en hacer felices a los demás para que su dicha me vuelva en boomerang, hoy me sigo pellizcando con la mano izquierda en la barbilla mientras tengo los brazos cruzados y las piernas cruzadas y la mirada clavada en la pared. No hay felicidad posible en este momento familiar, la emoción por crear un instante para el recuerdo se ha desvanecido, ni siquiera ha podido nacer, y el valor del momento no existe. Ni aunque se intente arreglar con un murmullo, una risa o un chiste, definitivamente no lo añadiré a mis escritos, porque no hay tanta magia que rellene los huecos que me faltan.

Solo habrá servido de algo si la conciencia se le detiene un minuto para pensar cómo puede evitar que suceda esto la próxima vez en lugar de echarle las culpas al que tiene delante, que es su padre, al camarero que no llega, al día lluvioso que le oprime, al taxista que se le cruzó por delante, a la vida que no es ni será justa, a los otros que no le comprenden…
Es mucho mejor, sin duda, y no tan difícil, formar parte de un cuento, ¿no?