29 septiembre 2012

Un seminario no es un curso

Esta mañana, mientras me mareaba en el coche jugando con el teléfono, leí por casualidad en el perfil de twitter de una amiga lo siguiente: tengo pasión por aprender, casi enfermiza. Esas palabras hubieran pasado desapercibibidas si esa semana hubiera sido una de tantas, en las que me paso las horas resolviendo problemas y atendiendo a los demás. Sin embargo, como mi rutina había cambiado fugazmente y me había pasado unos días aprendiendo en un seminario (que no un curso, según clarificaba el profesor), esa frase retumbó de pronto en mi cabeza durante un rato.

Aprender, aprender, aprender, ese era mi objetivo vital hace unos años, y a pesar que ese deseo aún persiste, se ha ido diluyendo con la confirmación de que es imposible captarlo todo y que la tranquilidad de espíritu también merece su tiempo. Para ello no hay más remedio que hacer algunas concesiones que probablemente me harán más conformista pero también más realista.
Sin embargo, esta semana me he dado cuenta que hacía demasiado tiempo que nadie no me explicaba algo importante con el principal objetivo que yo pudiera luego tomar cada pieza y construir mi propio cuento. ¡Cuánto hacía que no me sentaba durante horas a escuchar a otro para poder comprender, interpretar y soñar que seguía siendo posible cambiar el mundo!. ¡Cuánto tiempo sin tener ahí delante a alguien esforzándose para que un puñado de ávidos alumnos saliéramos de nuestras dudas o para crearnos nuevos interrogantes, para que, en definitiva,  fuéramos al final mejores que cuando llegamos!.
Cuando alguien enseña con pasión, con método y claridad, es una suerte poder estar ahí para poder captar todo lo posible.
Compañeros compartiendo lecciones o horas de trabajo, ese era mi contexto hace unos años. Todos con un montón de trabajo por terminar pero con un objetivo común, crecer como profesionales y no dejarnos tirados si algo fallaba. Del desconocimiento de toda la realidad y de la ilusión por el futuro nacía un grupo lleno de energía para tirar hacia adelante, para vencer las dificultades o cuanto menos celebrar que nos habíamos equivocado y reirnos de todo.
Y ha sido durante esta semana que me he dado cuenta de lo lejano que queda todo aquello, porque durante estos días he percibido que empezaba a formarse un grupo. Quizás porqué en el fondo éramos todos unos desconocidos, o porque nuestros objetivos y mundos eran bien distintos, lo cierto es que en el grupo de alumnos parecía que a todos nos importaba la duda de aquel y queríamos de verdad ayudarle, creándose una atmósfera de cordialidad que hacía tiempo que no experimentaba.
Cuando se genera un buen ambiente de trabajo, es una suerte poder estar ahí y merece la pena esforzarse por participar.

Esta semana he tenido un regalo precioso: formar parte de un grupo que quería aprender y compartir.
Ojalá no fuera necesario pagar por ello.
Ojalá fuera más común ayudarnos entre nosotros.

En esta semana, he vuelto a ser consciente de algunas cosas esenciales que había olvidado, así que seguiré creyendo en cada uno de nosotros para cambiar el mundo.


PS. Dedicado a todos los profesores, nunca lo suficientemente valorados.

16 septiembre 2012

Si te asustas, ríe

Esta semana leí que una empresa había realizado una encuesta a los trabajadores con unos resultados para reflexionar. A la pregunta de si hay algún error en tu trabajo, qué consecuencias se producen, la mayoría de trabajadores habían respondido:me echan una bronca o me despiden. A eso le llamo yo vivir con miedo.
Para mí el miedo es algo esencial. Y no lo digo solamente porque soy incapaz de ver una película de terror, o porque la oscuridad me agudiza el sentido del oído, o porque si lo pienso, al acostarme, aún veo monstruos con los ojos cerrados. El miedo forma parte de mí. Me bloquea y me confunde.
Supongo que por eso me aficioné a canturrear para espantar al silencio y soñé felices historias para ahuyentar las fobias.

No me considero más débil porque en medio de alguna aventurilla, me hayan castañeado los dientes. Recuerdo una vez, bien entrada la noche, como bajo una espectacular nevada, la simple visión de los coches bailando sin control en la carretera me dejaron sin habla. Me imaginaba que seríamos los siguientes. Solo oía las ruedas avanzando dificilmente sobre una nieve que empezaba a helarse y a mis dientes…y yo ni siquiera conducía.
El miedo te hace dudar, especialmente de tí mismo. No te deja avanzar, te deja pegado a una baldosa incapaz de ni siquiera moverte. Aunque seas un especialista en algo, en un instante, el miedo te paraliza. Y me viene a la cabeza una ocasión un 31 de Diciembre, en el que fuimos a hacer kayak con un buen amigo con una excusa muy romántica: ver la salida del Dakar, que empezaba en la playa de Castelldefels, desde dentro del mar. El estaba pasando un mal momento y una locura nos parecía perfecta. Imaginad: Castelldefels que no Australia, frío pero con camiseta de neopreno…Y sin embargo, una ola me revolcó y de la impresión, fui incapaz de nadar. Me hundí, a pesar que soy nadadora y que mis pies podían tocar el fondo …necesité rescate!
El miedo puede ser incluso intelectual, de no saber, de no llegar, de no ser capaz. Cuántas veces he leído el enunciado de una pregunta en la universidad y de la presión del tiempo, ver cómo se desvanecía al leerla o cómo se convertía en alfabeto árabe…Entonces tenía que respirar un par de veces, esperar que la taquicardia bajara su ritmo, y sobre todo, evitar morderme las uñas, pues sino el efecto era aún peor. Y luego, contradictoriamente, era de aquellas repelentes a las que les preguntaban: ¿qué tal te ha ido el examen?, y respondían fatal, para luego sacar un notable.
El miedo me ha perseguido siempre, desde el momento fatídico en que perdí durante 10 minutos a mis padres en el Parc de la Ciutadella, cuando era una niña, hasta esta misma mañana, cuando creí no poder respirar al quedarme sola en medio del lago durante la travesía de Banyoles a nado. Por un momento pensé que si me ahogaba nadie me salvaría!
Soy una miedosa pero ello no me asusta. En realidad me gusta explicar estas anécdotas, que me pasan muy a mensudo, a mis amigos, y reírme con ellos.. Siempre he creido que explicando aquello que te preocupa o que te atemoriza te ayuda a quitarle importancia y te hace superarlo antes. Acaba pareciendo una simple historieta.
Así que si te asustas y no puedes evitarlo, no hay como reírse después.
¡Mano de santo!

02 septiembre 2012

Y no pasa nada...

Creo que para la gente como nosotros, el inicio de un nuevo ciclo vital no se produce a principio de año, sino justo después de las vacaciones de verano. Quizás es que en Navidad tenemos menos días para desenchufarnos de las preocupaciones y los temas pendientes. También es cierto que cuando empieza el año nuevo, no se produce ningún cambio en el entorno que sea perceptible
Y es que es ahora, al darle la vuelta al calendario, que uno se pregunta si existe alguna posibilidad de volver atrás...
Después de días enteros dorándose al sol y de alargar las tardes con el ronroneo de las olas de un mar en calma, uno se da cuenta que el tiempo puede fluir fácilmente y no pasa nada.
Después de haber conversado durante horas sobre temas variados, tan sencillos que incluso se puede perder el hilo y luego volver, medio adormecido por el calor y la música que suena lejana, uno se percata que es posible participar a medias y disfrutar de los silencios.
Después de días vestidos de cualquier manera, sin maquillaje y con el pelo atado, sin afeitarse siquiera, andando con chanclas o con las mismas bambas llenas de barro, uno piensa de repente en lo que le espera y le entra una pereza extraordinaria.
Mientras esto sucede, la temperatura empieza a descender. Los días ya no se alargan hasta las nueve de la noche y en las terrazas hace falta llevarse algo más. El viento comienza a mecerse en los árboles y algunas hojas revolotean como una señal de lo que va a suceder en breve. Y uno piensa que, inevitablemente, el otoño y la vuelta a la rutina ya están aquí.
Y en ese momento, la rebeldía hace su aparición, y en un acto heroico, uno se planta y decide que:
-Voy a hacer una lista de las diez cosas que me hacen feliz y elegiré un par de ellas. Las pegaré en un post-it sobre la pantalla de mi ordenador en la oficina para no olvidarlo.
-Como me he cuidado poco hasta ahora, voy a apuntarme a un curso de baile en el centro cívico del barrio y prometo ir al gimnasio al menos una vez por semana.
- No sé á si apuntarme a un curso de yoga o a un seminario sobre fotografía ...quizás me atreva con el cine, lo importante es hacer algo para distraer la mente y aprender algo nuevo...
Durante Septiembre vivirá a caballo entre el recuerdo de aquel viaje con tantas aventuras o de la bendita puesta de sol sobre el mediterráneo y la necesidad de sentirse tan vivo como entonces durante el invierno.
En Octubre, sin embargo, con el cambio de hora, empezará a pensar que le hace falta un abrigo nuevo y que este trimestre ya se le ha pasado el curso de baile. Mientras tanto, el post-it continuará colgando de la pantalla del ordenador y cada mañana, cuando lo encienda, suspirará y pensará en cuántas cosas tiene aún pendientes …
Sin embargo, dentro de un tiempo, volverá de nuevo el verano: esa invasión de calor y luz, la oportunidad de perderse en lo desconocido o de dejarse mimar por el simple fluir del tiempo...con la más absoluta tranquilidad. ¡Merecido regalo!