23 octubre 2011

Un domingo pequeño


Llueve tras los cristales y las gotas caen fríamente sobre las hojas de las plantas resbalando por los tallos hasta la tierra de las macetas del patio. En la cocina, el lavavajillas sigue con su letanía cansina, llenando el espacio de una rutina pegajosa. La luz está ya abierta, a pesar que son las cinco de la tarde, y las sombras de mis dedos sobre el teclado bailan cada vez que escribo.
Hoy es uno de aquellos días de lluvia aburridos, en los que apenas hay estímulos, en los que las horas pasan con tedio para alivio de los cansados del  estrés de la semana: hoy no hay citas a las que llegar tarde, no hay pensamientos revoloteando como moscas en una misma cabeza, no hay llamadas de teléfono ni decisiones que tomar, ni excusas, ni órdenes, ni ná… Solamente un ruido de fondo de agua que limpia los platos interrumpe mi silencio, al que se une el sonido de mis dedos agradeciendo que haga bailar a sus sombras, como un aprendiz de pianista.
Debería agradecer estos días insulsos, este oasis de reposo y de paz, pero a la vez me pregunto si entenderá la mente este parón tan excesivo, que pasa del todo es importante al nada es crucial, que deja de fijarse en lo grande para reparar en lo minúsculo. Y es que ahora me molesta hasta el cajón que me dejé medio abierto al guardar los cubiertos, advierto que aún quedan migas de pan por el suelo y no dejo de mirar las hojas secas que dejé tiradas tras cortarlas esta mañana.


Es extraño, si no fuera un día tan tranquilo ni siquiera las vería, y sin embargo, hoy me digo:
debería levantarme y …

…cerrar el cajón,

barrer las migas,

tirar las hojas secas…

Buff, cuántas obligaciones. Paso.
Sigue la tarde y descubro como imperceptiblemente se mecen las hojas al contacto de las gotas de lluvia. De repente, pasa una volando a mi lado una mosca diminuta y me asusto, así que decido ir a la nevera y me como por vicio una chocolatina que abro con ansia para ver qué tal me sienta. Al desconcentrarme, dejo el teclado y pongo un poco de música y suena Old Goodbies de Pájaro Sunrise y por fin, decido que toca desperezarse, que ya está bien por hoy.
...Y en media hora, me levantaré, me vestiré y me iré a dar una vuelta, sin más, para terminar a mi manera este domingo tan tranquilo: con una sonrisa. Esta.

2 comentarios:

Pilar Ramírez Dabán dijo...

Preciosa descripción del que, según los expertos, es el momento más deprimente de la semana. El domingo por la tarde puede ser tedioso hasta el hastío, pero que también puede convertirse en el más relajado, satisfactorio y dulce momento de la semana si lo dedicamos al grato ejercicio de la autoindulgencia: poder leer sin interrupciones nuestro libro, volver a ver esa peli que tanto nos gusta, compartir una taza de te y algún chismorreo con tu amiga o, por que no, planear la próxima escapada (el puente está tan cerca...). Las fotos y tu estilo me han encantado. ¡Feliz tarde de domingo!

Cris dijo...

Gracias Pilar,de tan pequeño que era el domingo, creí que pasaría desapercibido!