30 diciembre 2012

La Felicidad es...

Hace una década descansaba en mi mesilla de noche Alessandro Baricco. En la oscuridad, su universo se dispersaba en mi habitación a través de las páginas de sus libros. Llegó un momento en que sus historias se entrelazaron tanto con las mías, que tenía dudas para reconocer cuándo era yo quien escribía o si el que imaginaba era él. Por aquel entonces repetía una máxima: la felicidad es como el flash de una foto, que dura un instante, justo para sonreir. Siguiendo su estela, me desviví buscando esos destellos, por ser de capaz de encontrarlos. Mientras tanto, creía que si el resto del mundo no hacía lo mismo, es que andaba perdido o se estaba perdiendo cosas. En mi afán por ayudarles, yo repetía, a quién se dejaba,  que la felicidad era un flash y que había que pillarla al vuelo…así: click.

Luego se me acabaron las pilas, me hice un lío extravagante entre realidad y sueño y me salí tantas veces del carril de la normal existencia que me sentí sola. Quizás fue una combinación de todo ello. En esa época leía a Haruki Murakami y me reconocía en aquellos personajes mustios y sin ánimo a los que acontecimientos surrealistas les llevaban en volandas hacia universos secretos sin tener que desearlo. Tardé bastante tiempo en  encontrarme y mientras buscaba mi lugar alguien me inquirió (aunque parezca mentira, aún hay individuos curiosos que te sorprenden con este tipo de preguntas): ¿qué es para ti ser feliz?
Algo me golpeó levemente el estómago y me salío una frase atada a un hilo de voz: la felicidad es despertarse por la mañana con la mente limpia y vivir tranquila. Me concentré pues en esperarla y un día llamó a mi puerta pero era tan liviana que no me dí cuenta de su presencia hasta más tarde. Fue fantástico volver a descansar tranquilamente.
En estos días en que todos hacen balance del año, el otro día me sucedió algo que me hizo volver a reflexionar sobre la misma cuestión. No surgió de dentro de un libro, porque últimamente voy de un escritor a otro, me he pasado a las novelas fáciles y me dejo seducir por un título o por el estilo de la portada. Fue en la televisión, donde aparecía una escena con una enorme tarta de cumpleaños y un montón de gente alrededor. La protagonista estaba a punto de soplar las velas cuando alguien le gritó a sus espaldas: ¡Piensa en un deseo!...Mientras hinchaba sus pulmones de aire yo también repliqué el mismo pensamiento y... ¡ no salió nada, qué extraño! Entonces reflexioné una ez más: La felicidad es sentirte tan bien contigo mismo que no te apremie ningún deseo por cumplir.

Por supuesto, siempre habrán sueños por cumplir, pero si no salen, no pasa nada..., proyectos por realizar, pero si requieren demasiado esfuerzo les dedicaremos más tiempo...,o caprichos aún pendientes, pero no saldremos a buscarlos alocadamente, simplemente, cuando pasen por delante,  los pillaremos al viento, así: click.



FeLiZ añO 2013.
¡Será tan fantástico como nos lo merecemos!

16 diciembre 2012

Una parada obligaria

Siempre me ha parecido un poco soberbio que alguien escriba su biografía cuando aún  le queda todo por vivir. Quizás lo haga entonces porque, en ese preciso momento, está en lo más alto, con su corazón henchido de energía y el alma agradecida por lo sonoros halagos que el mundo le regala.
Desgraciamente y también por fortuna, la vida está llena de baches, de curvas peligrosas, de túneles con una tenue luz al final, de recodos y de pistas sin asfaltar donde, de vez en cuando, encuentras a personas, compañeros y finalmente, amigos. Así que es mejor no planificar demasiado, lo importante es ir disfrutando de cada momento. Si un día llegas a la cima del mundo, no te confies, una ráfaga de viento te puede hacer caer en un instante. Si alguna vez te pierdes en un angosto valle, de un momento a otro pasará alguien que, con un guiño, te animará a seguirle.
Esta crisis tan larga nos ha hecho abrir los ojos en muchos sentidos: enormes muros  se han caído desmoronándose con estruendo y todos hemos comprobado que estaban construidos de cartón piedra. En quienes confiábamos han resultado ser unos farsantes y mediocres, y nos hemos sentido estafados en un sentido muy amplio. Aunque alguien diga que esto se veía venir, es muy difícil bajarse del caballo cuando estás arriba.  Sin embargo, aunque difíciles, estos momentos son importantes, porque es cuando nos sale ese lado que tenemos escondido con el estómago lleno: la imaginación, el buscarse la vida y también, el reencuentro con uno mismo.
Muchos antiguos compañeros han aprovechado para relanzar su vida y son ahora mucho más felices con mucho menos, atreviéndose a explorar nuevas rutas sin miedo a perder nada, porque todo está por ganar. Los que tenían prisa por volver a tener lo de antes lo han tenido más sencillo, simplemente han tenido que ceder a los excesos, y ahora viven en paz con sus posibilidades reales. Y muchos de aquellos cracks catacraks, ahora son pequeños empresarios que siguen haciendo y deshaciendo. Aunque ahora no pueden mandar a los demás que lo hagan, han aprendido y descubierto que les gusta hacerlo por sus propios medios.¡Una agradable sorpresa!
No existe ni el éxito permanente ni el estrepitoso fracaso, pero si existen las circunstancias, que son una especie de parada obligatoria. Esos momentos están ahí por algo, y aunque difícilmente se perciba a primera vista, existe una oportunidad que yace medio escondida entre la maleza para que, al encontrarla, sepamos valorarla.
Solo hay que darle la mano, creer en ella y empezar a andar con una sonrisa.

02 diciembre 2012

Mejor hacia adelante...

Hoy me apetece contar un cuento hacia atrás y volar...así...
Me elevo en el aire como un niño dibujado con una sonrisa, tirado por un globo verde que ha atado a su dedo indice su madre con un lazo. Al pasar por el parque, él se ha quedado mirando un hombre con decenas de globos de colores y ha señalado hacia allí. Como su madre no le ha hecho caso, el niño ha apretado su mano con un movimiento firme y ha vuelto a señalar con el dedo, esta vez a una niña que pasaba por su lado, con un hermoso globo rosa que juguetea con el aire de invierno. Han llegado allí tras un rato de paseo, en un domingo aparentemente tranquilo.
De repente me paro. No quiero tirar del hilo más, porque si sigo desvelando la historia hacia atrás, quizás descubramos el lado amargo del domingo, el punto de inflexión ...Vamos pues invertir la dirección del cuento y a seguir imaginando...
Hay un niño volando por el aire de un domingo de invierno soleado tirado por un globo verde y brillante. Mira hacia abajo y saluda a su madre que le sigue andando a paso rápido deshaciendo el camino al parque. Mientras se mece con el viento gélido de Diciembre, un pájaro amarillo se cruza por su lado y le saluda con su aleteo rápido y sincopado. Más arriba, se dibuja la sombra blanca de un avión con cientos de personas medio dormidas, suspendidas en tiempo y espacio... 
Más abajo, la ciudad gira los ojos hacia el niño dibujado con una sonrisa y se queda parada con la boca abierta. Mientras lo hace, ella y sus transeúntes dejan de pensar y así, el zumbido de lo problemas se se detiene también y se crea un momento de absoluta paz.
Un niño con una sonrisa dibujada desciende con gracia en lo alto del Tibidabo. Con este día tan claro se divisa  la ciudad entera y un trozo de mar azul intenso en una estampa maravillosa.
La madre finalmente lo alcanza, lo abraza, lo besa y sonríe: la próxima vez que quieras volar ve más despacio, me ha costado alcanzarte...!
Y el cuento termina pausadamente hacia delante y no hacia atrás, porque a veces es más bonito soñar que adivinar la verdad...

24 noviembre 2012

Yo solo quiero que me quieran


A veces me siento transparente, sin más. Es una sensación agridulce, ya que como en otras ocasiones he deseado pasar desapercibida sin conseguirlo, no puedo quejarme.
El jueves pasado me convertí en invisible: intenté parar varios taxis alzando la mano y dejándola colgando de un hilo pero los taxistas pensaron que tenía una pregunta por hacerles y pasaron de largo, mientras yo me preguntaba si quizás mi ropa fuera
demasiado gris invierno…
El mismo día acudí a un evento en el que muchas caras me eran conocidas, pero sin embargo, nadie se acercó a mí para saludarme. Mi habitual vergüenza hizo el resto, y a pesar de llevar una hora elevada en mis tacones, salí del local con más pena que gloria. Estaba claro que aquel día no me veían….
Y eso que uno de mis comportamientos esenciales es hablar con otros seres invisibles, al menos saludarles con una sonrisa o con unas palabras amables.  Soy la reina de dar las gracias a los camareros en todos sus platos, a cualquiera que me entregue algo, incluso al policia cuando me tiende el papel de la multa. Soy la conversadora con los guardianes de los párquines a medianoche, la que nunca olvida un hola o un adios a la cajera del supermercado. Hay muchas personas que aparecen muchas veces mimetizadas por el entorno pero que también viven y sufren, cuyo corazón late… ¿no os ha pasado nunca que habéis visto cientos de veces a una mujer con bata o con uniforme y solo el día que la véis vestida de calle os dais cuenta en ese instante que es una persona real como tu?
Queremos ser invisibles a veces y sin embargo, nos morimos de ganas de hacernos notar, sobre todo en aquellos momentos en los que nos sentimos seguros, en un entorno en el que podemos demostrar nuestra valía… ¿Por qué sino son los bajitos son los que tienen más carácter? Ellos tuvieron que saltar mucho para ver a su cantante favorito en los conciertos, tuvieron que hacerse notar en las pistas de baile para atraer las miradas y, por el contrario: ¿no son los más altos los más entrañables, los más tímidos? Quizás a ellos les asustaba ser el blanco de todas las miradas a su llegada a las fiestas, o a lo mejor doblaban las rodillas para no poner tanta distancia entre ellos y los demás…

Con el don de la invisibilidad o no, todos necesitamos ser tenidos en cuenta, sentirnos especiales para unos u otros, ser parte de este universo tan lleno de diversidad. Así que al cerrar la puerta de casa y salir al mundo, tengamos en cuenta que a nuestro lado, los corazones laten y que en esencia, todos necesitan su trocito de amor.

10 noviembre 2012

Pleasantville

Al llegar a casa esta tarde, cansada aún de la semana, latente aún el runrun de los problemas que no puedo arreglar, me he quedado un instante quieta en la cocina y, rodeada de blanco y silencio, me ha venido a la mente la deliciosa película Pleasantville. Como siempre me pasa, de ella solo recuerdo breves flashes en blanco y negro y la patina de color que fué apareciendo a medida que se desarrollaba la película, así que para rememorarla tendré que juntar los antojos de mi memoria con un poco de imaginación.
Pleasantville es el nombre de un pueblo ideal con aires de los 50, donde todo es aparentemente perfecto, donde nunca pasa nada: allí los días empiezan con un mismo saludo a los vecinos al salir de la flamante casa unifamiliar y termina con un beso en la frente de cada niño antes de cerrar el interruptor de la luz. Allí no existen los peligros ni las crisis, ni las dudas ni el estres, pero sin embargo algo sucede, porque la vida se desliza lentamente en blanco y negro y no tiene destellos de color.
En Pleasantville no existe la cultura y las páginas de las novelas están en blanco. Los libros se amontonan en las estanterias como parte del decorado. Los niños no tienen que aprender más que simples modales en la escuela.
En Pleasantville, sus habitantes no sueñan por las noches en paraísos lejanos, ni anhelan tener lo que hoy se les niega. No saben lo que es la pobreza ni el odio, pero tampoco conocen lo que es el amor ni la pasión.
En Pleasantville, no hay nada más allá de la señal que indica el final del pueblo, pero nunca nadie ha tenido la curiosidad por ir a verlo.

Pero un día, la paz se ve interrumplida con la llegada de un par de muchachos que llegan a ese extraño pueblo desde el mundo real. Sin pretenderlo, estos chicos consiguen abrir los ojos y también los sentimientos a sus habitantes y llenar de color ese mágico lugar...
Un beso a la luz de la luna, contar despacio una historia fantástica a los maravillados oyentes, pintar un enorme paisaje en una pared vacía, darle una bofetada a alguien que se lo merece, regalar un ramo de flores silvestres, dejar el trabajo en un acto de rebeldía, gritar te quiero, estallar de risa delante de todos…

Y mientras todo ello va ocurriendo, la pantalla se va tiñendo lentamente de colores para poseer cada una de aquellas flamantes casas que se inundan de magia y de sombras, de pasión y angustia en un proceso que ya no tendrá vuelta atrás.
Hoy aquella película me ha inspirado porque, sin quererlo, me he dado cuenta que quizás me estoy desvaneciendo. Debe ser este cansancio que me invade en la semana.
Miro con detenimiento a mi alrededor y observo de nuevo la cocina. No es solamente blanca....
Si ya veo el color, ¿será porque esto está a punto de cambiar...?

20 octubre 2012

I'm getting old

Llevamos unos días que amanecen grises y siguen así de tristes durante todo el día. Mientras, el trabajo no me concede tregua alguna y sobre todo, algunos ahí dentro se dedican a darme puntapies leves pero constantes. Todo ello conforma una espiral de tedio y de otoño. Asi que cuando el otro día sonó una canción del pasado por casualidad, volví mi mirada hacia las mañanas soleadas y a las tardes ansiosas por salir. ¿Por qué cuando nos hacemos mayores se nos escapan las ganas de huir hacia las noches estrelladas, de llenar las mañanas de pájaros y sueños?
Que sabré yo de cocinas, solo sé de comer solo, de eso si que entiendo…canta mi spotify mientras yo termino de pasar una tarde aburrida como pocas, de las que se anhelan después de pasar horas que se han deshecho entre problemas absurdos para cualquier marciano que viniera de visita a la tierra. ¿Por qué cuando crecemos somos capaces de ocupar el tiempo en tales tonterías sin cuestionarlas?, ¿dónde está la rebeldía para decir basta ya?


Lucha de gigantes convierten el aire en gas natural…deja de engañar, no quieras ocultar que has pasado sin tropezar…Sigue avanzando la música sin más, mientras yo pienso que sería increible quitarse el pijama y autopropulsarse, teletransportarse para ir a pasar un buen rato con los amigos, sin cansancio, sin dolor de cabeza, sin tener que pensar en nada, sin tener que decir algo correcto o pensar en decenas de cosas a la vez, como un malabarista de circo. ¿Por qué madurar significa perder la frescura para poder decir e-xac-ta-men-te aquello que te pasa por la mente?

Fue un pasatiempo, un capricho poco más, después amanecí dormido en un portal…me dice la canción de la que entiendo la letra mientras recuerdo mis ganas de aprender, mis interminables preguntas, el día que conseguí traducir a una amiga la letra de una canción en inglés inventándome la mitad de las palabras porque no sabía más. Qué difícil es ahora hacer que me escuchen, a pesar de la pasión que sigue envolviendo mi forma de ser: algunos no quieren hacerlo  porque están pensando en decir lo suyo, otros lo hacen porque no tienen más remedio, y quizás unos pocos se evaden y sólo oyen un zumbido en lugar de mis palabras como hice yo tantas veces…¿Por qué con el tiempo se nos quitan las ganas de emocionarnos, de dejarnos llevar, de enamorarnos sin más?
Con todo este panorama, para que luzca el sol, mi amor,…, mi rayo de luz, no hay más remedio que rebelarse, echar a volar, así que estoy pensando en dar un enorme salto que me lleve hasta la cima de una montaña nevada, donde respiraré aire fresco y limpio y con las pilas cargadas, me deslizaré por la ladera gritando hasta no poder más. Justo abajo, me encontraré con una fiesta llena de gente buena, mis amigos, y con ellos me tomaré un mojito a la salud de todos los que me importan mientras se oirá una canción de fondo como la que ahora suena: Shine on, shine on, yes…!

PS. Título alternativo: tengo la gripe (bona apreciació Gina)
PS2: música de The New Raemon, versión de Antonio Vega por Love of Lesbian/Zahara, Francisco Nixon, De la Fé y las Flores Azules, The Kooks.

14 octubre 2012

Proezas

Frente a mi tengo a un loco colgado de un globo a 39 km del suelo. Desde la tranquilidad del sofá, espero a que se abra su cápsula y se lance al vacío. Yo estoy muerta de miedo, pero él no es como yo. Le veo pestañar, pero no sonreir, ha dicho unas palabras pero ninguna es de las que emocionan. Quiero suponer que lo de hoy no es solo un record para él, sino un verdadero sueño. Segundos antes de saltar, me pregunto: ¿sudará de miedo, le dirá a los suyos que les quiere, se arrepentirá justo antes?...
¡Qué distintos somos los unos de los otros! en mi caso, no recuerdo haber tenido nunca ganas de realizar ninguna proeza. Ni siquiera de pequeña, en aquella hermosa época en la que la ventaja con la que jugamos todos es que el miedo solo aparecía cuando leíamos el cuento de Hansel y Gretel, o cuando mamá nos apagaba la luz de nuestra habitación.
Sin aún malas experiencias por recordar y con un cuerpo acabado de estrenar, era imposible tener ninguna duda antes de atrevernos a algo.
Al pensarlo ahora, me parece una temeridad haberme lanzado por la barandilla del colegio cuando no me veían, o subime a un monopatín con el propósito de hacer aquella bajada sin poner ningún pie. Hoy ni siquiera haría el pino en el patio y estaría al revés durante tantos minutos…¡o me caería o me marearía o me crujirían todos los huesos, de esos no hay duda!...
Por ello, no puedo creer cómo existen seres humanos a los que les gusta probarse a sí mismos hasta esos límites, que disfruten con el riesgo, que pongan en peligro su vidas…A mi por supuesto no me encontrarán atada a ninguna cuerda elástica a punto de saltar por un puente, ni me verán justo en un precipicio atada a un ala delta o un parapente.
Sin embargo puedo imaginarme la sensación desde el aire simplemente estirándome de espaldas sobre la hierba contemplando el cielo y las nubes y el mundo al revés. Y aunque no puedo estar demasiado tiempo dentro del silencio del océno espantando a los pececillos bajo el mar, me encanta la sensación especial al zambullirme bajo las olas. En esos instantes, formo parte de un mundo donde reina el silencio y la paz, donde las cosas suceden lentamente, el nadar de los los peces, las algas meciéndose a merced de la corriente. Quizás es tan hermoso porque dura el tiempo en que la respiración aguanta...

La única forma en que puedo volar es a un metro del suelo y para poder mantenerme en el aire, tengo que nadar constantemente. Y solo es posible cuando sueño. Cuando algún ruido me despierta, sigo entera, así que sigo durmiendo plácidamente. Hasta que suena el despertador o tengo la suerte que el sol me despierte.

29 septiembre 2012

Un seminario no es un curso

Esta mañana, mientras me mareaba en el coche jugando con el teléfono, leí por casualidad en el perfil de twitter de una amiga lo siguiente: tengo pasión por aprender, casi enfermiza. Esas palabras hubieran pasado desapercibibidas si esa semana hubiera sido una de tantas, en las que me paso las horas resolviendo problemas y atendiendo a los demás. Sin embargo, como mi rutina había cambiado fugazmente y me había pasado unos días aprendiendo en un seminario (que no un curso, según clarificaba el profesor), esa frase retumbó de pronto en mi cabeza durante un rato.

Aprender, aprender, aprender, ese era mi objetivo vital hace unos años, y a pesar que ese deseo aún persiste, se ha ido diluyendo con la confirmación de que es imposible captarlo todo y que la tranquilidad de espíritu también merece su tiempo. Para ello no hay más remedio que hacer algunas concesiones que probablemente me harán más conformista pero también más realista.
Sin embargo, esta semana me he dado cuenta que hacía demasiado tiempo que nadie no me explicaba algo importante con el principal objetivo que yo pudiera luego tomar cada pieza y construir mi propio cuento. ¡Cuánto hacía que no me sentaba durante horas a escuchar a otro para poder comprender, interpretar y soñar que seguía siendo posible cambiar el mundo!. ¡Cuánto tiempo sin tener ahí delante a alguien esforzándose para que un puñado de ávidos alumnos saliéramos de nuestras dudas o para crearnos nuevos interrogantes, para que, en definitiva,  fuéramos al final mejores que cuando llegamos!.
Cuando alguien enseña con pasión, con método y claridad, es una suerte poder estar ahí para poder captar todo lo posible.
Compañeros compartiendo lecciones o horas de trabajo, ese era mi contexto hace unos años. Todos con un montón de trabajo por terminar pero con un objetivo común, crecer como profesionales y no dejarnos tirados si algo fallaba. Del desconocimiento de toda la realidad y de la ilusión por el futuro nacía un grupo lleno de energía para tirar hacia adelante, para vencer las dificultades o cuanto menos celebrar que nos habíamos equivocado y reirnos de todo.
Y ha sido durante esta semana que me he dado cuenta de lo lejano que queda todo aquello, porque durante estos días he percibido que empezaba a formarse un grupo. Quizás porqué en el fondo éramos todos unos desconocidos, o porque nuestros objetivos y mundos eran bien distintos, lo cierto es que en el grupo de alumnos parecía que a todos nos importaba la duda de aquel y queríamos de verdad ayudarle, creándose una atmósfera de cordialidad que hacía tiempo que no experimentaba.
Cuando se genera un buen ambiente de trabajo, es una suerte poder estar ahí y merece la pena esforzarse por participar.

Esta semana he tenido un regalo precioso: formar parte de un grupo que quería aprender y compartir.
Ojalá no fuera necesario pagar por ello.
Ojalá fuera más común ayudarnos entre nosotros.

En esta semana, he vuelto a ser consciente de algunas cosas esenciales que había olvidado, así que seguiré creyendo en cada uno de nosotros para cambiar el mundo.


PS. Dedicado a todos los profesores, nunca lo suficientemente valorados.

16 septiembre 2012

Si te asustas, ríe

Esta semana leí que una empresa había realizado una encuesta a los trabajadores con unos resultados para reflexionar. A la pregunta de si hay algún error en tu trabajo, qué consecuencias se producen, la mayoría de trabajadores habían respondido:me echan una bronca o me despiden. A eso le llamo yo vivir con miedo.
Para mí el miedo es algo esencial. Y no lo digo solamente porque soy incapaz de ver una película de terror, o porque la oscuridad me agudiza el sentido del oído, o porque si lo pienso, al acostarme, aún veo monstruos con los ojos cerrados. El miedo forma parte de mí. Me bloquea y me confunde.
Supongo que por eso me aficioné a canturrear para espantar al silencio y soñé felices historias para ahuyentar las fobias.

No me considero más débil porque en medio de alguna aventurilla, me hayan castañeado los dientes. Recuerdo una vez, bien entrada la noche, como bajo una espectacular nevada, la simple visión de los coches bailando sin control en la carretera me dejaron sin habla. Me imaginaba que seríamos los siguientes. Solo oía las ruedas avanzando dificilmente sobre una nieve que empezaba a helarse y a mis dientes…y yo ni siquiera conducía.
El miedo te hace dudar, especialmente de tí mismo. No te deja avanzar, te deja pegado a una baldosa incapaz de ni siquiera moverte. Aunque seas un especialista en algo, en un instante, el miedo te paraliza. Y me viene a la cabeza una ocasión un 31 de Diciembre, en el que fuimos a hacer kayak con un buen amigo con una excusa muy romántica: ver la salida del Dakar, que empezaba en la playa de Castelldefels, desde dentro del mar. El estaba pasando un mal momento y una locura nos parecía perfecta. Imaginad: Castelldefels que no Australia, frío pero con camiseta de neopreno…Y sin embargo, una ola me revolcó y de la impresión, fui incapaz de nadar. Me hundí, a pesar que soy nadadora y que mis pies podían tocar el fondo …necesité rescate!
El miedo puede ser incluso intelectual, de no saber, de no llegar, de no ser capaz. Cuántas veces he leído el enunciado de una pregunta en la universidad y de la presión del tiempo, ver cómo se desvanecía al leerla o cómo se convertía en alfabeto árabe…Entonces tenía que respirar un par de veces, esperar que la taquicardia bajara su ritmo, y sobre todo, evitar morderme las uñas, pues sino el efecto era aún peor. Y luego, contradictoriamente, era de aquellas repelentes a las que les preguntaban: ¿qué tal te ha ido el examen?, y respondían fatal, para luego sacar un notable.
El miedo me ha perseguido siempre, desde el momento fatídico en que perdí durante 10 minutos a mis padres en el Parc de la Ciutadella, cuando era una niña, hasta esta misma mañana, cuando creí no poder respirar al quedarme sola en medio del lago durante la travesía de Banyoles a nado. Por un momento pensé que si me ahogaba nadie me salvaría!
Soy una miedosa pero ello no me asusta. En realidad me gusta explicar estas anécdotas, que me pasan muy a mensudo, a mis amigos, y reírme con ellos.. Siempre he creido que explicando aquello que te preocupa o que te atemoriza te ayuda a quitarle importancia y te hace superarlo antes. Acaba pareciendo una simple historieta.
Así que si te asustas y no puedes evitarlo, no hay como reírse después.
¡Mano de santo!

02 septiembre 2012

Y no pasa nada...

Creo que para la gente como nosotros, el inicio de un nuevo ciclo vital no se produce a principio de año, sino justo después de las vacaciones de verano. Quizás es que en Navidad tenemos menos días para desenchufarnos de las preocupaciones y los temas pendientes. También es cierto que cuando empieza el año nuevo, no se produce ningún cambio en el entorno que sea perceptible
Y es que es ahora, al darle la vuelta al calendario, que uno se pregunta si existe alguna posibilidad de volver atrás...
Después de días enteros dorándose al sol y de alargar las tardes con el ronroneo de las olas de un mar en calma, uno se da cuenta que el tiempo puede fluir fácilmente y no pasa nada.
Después de haber conversado durante horas sobre temas variados, tan sencillos que incluso se puede perder el hilo y luego volver, medio adormecido por el calor y la música que suena lejana, uno se percata que es posible participar a medias y disfrutar de los silencios.
Después de días vestidos de cualquier manera, sin maquillaje y con el pelo atado, sin afeitarse siquiera, andando con chanclas o con las mismas bambas llenas de barro, uno piensa de repente en lo que le espera y le entra una pereza extraordinaria.
Mientras esto sucede, la temperatura empieza a descender. Los días ya no se alargan hasta las nueve de la noche y en las terrazas hace falta llevarse algo más. El viento comienza a mecerse en los árboles y algunas hojas revolotean como una señal de lo que va a suceder en breve. Y uno piensa que, inevitablemente, el otoño y la vuelta a la rutina ya están aquí.
Y en ese momento, la rebeldía hace su aparición, y en un acto heroico, uno se planta y decide que:
-Voy a hacer una lista de las diez cosas que me hacen feliz y elegiré un par de ellas. Las pegaré en un post-it sobre la pantalla de mi ordenador en la oficina para no olvidarlo.
-Como me he cuidado poco hasta ahora, voy a apuntarme a un curso de baile en el centro cívico del barrio y prometo ir al gimnasio al menos una vez por semana.
- No sé á si apuntarme a un curso de yoga o a un seminario sobre fotografía ...quizás me atreva con el cine, lo importante es hacer algo para distraer la mente y aprender algo nuevo...
Durante Septiembre vivirá a caballo entre el recuerdo de aquel viaje con tantas aventuras o de la bendita puesta de sol sobre el mediterráneo y la necesidad de sentirse tan vivo como entonces durante el invierno.
En Octubre, sin embargo, con el cambio de hora, empezará a pensar que le hace falta un abrigo nuevo y que este trimestre ya se le ha pasado el curso de baile. Mientras tanto, el post-it continuará colgando de la pantalla del ordenador y cada mañana, cuando lo encienda, suspirará y pensará en cuántas cosas tiene aún pendientes …
Sin embargo, dentro de un tiempo, volverá de nuevo el verano: esa invasión de calor y luz, la oportunidad de perderse en lo desconocido o de dejarse mimar por el simple fluir del tiempo...con la más absoluta tranquilidad. ¡Merecido regalo!

19 agosto 2012

Una vida tras la ventana

Algunas de las noches de verano me regalan la posibilidad de convivir con los que ya no están en una escena tan vívida y natural, que incluso tengo que agitar la cabeza al final para cerciorarme que no es posible, que hace mucho que se fueron, y que si aún estuvieran, seguro que su imagen ya no sería la misma.
Hoy he soñado con mi abuela. Estaba en el gran comedor de su casa, con las luces de la vieja araña encendidas. Debía ser tarde, pues en su casa había la costumbre de dejar que la oscuridad invadiera la estancia antes de darle al interruptor de la luz. Ella estaba sentada en su pequeña silla de mimbre, la que prefería a todas las demás, no sé porqué. Lo que me sorprendió es que no se hallara frente a la ventana, a pesar que ese era su lugar desde siempre...
Cuando éramos unos enanos, allí nos cantaba sus canciones mientras nos mecía en sus rodillas, y eran tan fáciles de tararear como las zarzuelas que le encantaban:
Bisturí, bisturí
Se quería casar
Y quería vivir
A la orilla del mar
Y gastaba levita
Pantalón y fusil
Y por eso le llaman
Bisturí, bisturí.                                           La Rosa del Azafrán
Cuando crecimos un poco, ahí siempre la encontrábamos al regreso de cualquier parte, ya fuera del colegio, justo después de las cinco, o en verano, de la horchatería de la esquina, cargados de ilusión con una lechera helada de color limón con no mucho hielo, como nos repetía siempre mi madre. La puerta de hierro granate nos ayudaba entonces a alcanzar el timbre allá en lo alto enganchando pies y manos a sus barrotes. Aunque nos había visto desde lejos, nos dejaba hacer, pues para eso éramos sus nietos y ella, nuestra única abuela.
Desde allí también tejió con amor gorros verdes o bufandas granates, mantas de cuadros con retales y ponchos con flecos. Durante largas tardes creó para nosotros un regalo, un presente, que lucíamos para su orgullo y a veces para nuestro fastidio, en cada foto de los dos hermanos.
Siempre estaba, imperturbable, y en cuanto nos veía girar la calle, agitaba la mano para saludarnos. No sé cómo lo hacía pero nos veía a pesar que tratábamos de escondernos, ¡cómo me fastidiaba durante la adolescencia que pudiera distinguir mi figura desde tan lejos!...
Sin embargo, al final de sus días, se fue desvaneciendo: los dolores vencieron al fuerte carácter que tenía, perdió la necesidad de controlarlo todo y a todos, y después de visitar el hospital por segunda vez, dejó de ser presumida y su pelo se volvió blanco …Tanto se desdibujó que incluso dejó de lado sus costumbres y olvidó su sillita de mimbre favorita. Dejó de estar frente a la ventana y nos solía esperar desde donde la sentaban, en el amplio sofá de color ocre. Como no oía nada y se hallaba medio dormida, yo atravesaba la puerta de un salto para que pudiera sentir como mis pasos retumbaban en el suelo oscuro de dibujos infinitos. Entonces ella alzaba la vista, me sonreía y le decía a la señora que la cuidaba: ¡Es mi nieta, Cristina!
Pero la noche pasada, ella volvió  con su pelo de color marrón brillante, sentada muy digna en su silla de mimbre, aunque esta vez, en lugar de la ventana, había preferido estar en medio del salón. Al acercarme, ví que ojeaba un libro con una portada de alegres colores, que se titulaba Mujercitas. Justo después, la oí decir su cantinela tan característica para tener controlados los pasos de mi abuelo: Andreeeeeeeu, on ets? , y entonces agité la cabeza porque aquello si que no podía creérmelo, ya que mi querido abuelo se fue mucho antes …
Por fortuna, aunque ya no estén, vuelvo a visitarlos algunas noches de verano…