30 marzo 2014

La reina de las frases

Hace unos años me apunté con unos amigos a clases de teatro. Recuerdo que eran los viernes por la tarde y cuando salíamos, nos sentíamos tan contentos, tan vivos, que no podíamos más que expresarlo saltando, gritando y riendo en medio de la calle. Todo el cansancio de la semana se había disipado por completo y nos sentíamos capaces de todo.



Eran clases de teatro pero para nosotros en realidad era más bien una tarde de juegos y de improvisación y nunca llegamos a tener que ensayar para una obra en serio. Sin embargo, cuando tocaba memorizar pequeños textos, yo me enfrentaba a un gran problema: era incapaz de memorizar las palabras, encadenar las frases, repetir las pausas y los énfasis. Por más que las repitiera constantemente, (los compañeros del trabajo sí que se las habían aprendido), si dejaba de pensar en ellas, se desvanecían.

Supongo que era porque esas frases en realidad no significaban nada para mí, simplemente eran una música de fondo para mis oídos. Mi mente sabía que solo tenía que estar preparada para grabar si las palabras que escuchaba iban a ser recordadas durante años. Porque yo iba ser, desde mucho antes y hasta mucho tiempo después, la reina de las frases:

Las soltaba en medio de una conversación, como conclusión de un tema, para poner ejemplos, para hacer sonreír y, en muchas ocasiones, para recordar de dónde veníamos y porque estábamos allí. Las pronunciaba con o sin música, probablemente a gran velocidad, tal como fluían desde el interior.

Los efectos sobre los demás eran variados: algunos me miraban con cara extraña, y de su análisis se desprendía que quizás yo era un poco extravagante, otros simplemente dejaban de escucharme tras ellas y se despedían corteses. Algunos reflexionaban y dudaban y se volvían a casa visiblemente contrariados. Solo unos pocos las guardaron también en su corazón, igual que hice yo al escucharlas por primera vez.

Lo más hermoso de esta historia es cuando ellas, las frases, despertaban de su sueño en otros labios, mucho tiempo después:
Escucharlas con otra música era delicioso, pero hacerlo contemplándolas agarradas de la historia de otros era maravilloso. Con el tiempo, habían tomado otro sabor, un color diferente y contenían nuevos matices, eran más sabias.
Habían servido para tomar una decisión, habían desencadenado tormentas y reconciliaciones. Habían volado entre nevadas montañas, descubierto nuevos horizontes. Habían ayudado a rebajar una pena o a sentirse menos solo.

Esas frases, en definitiva, habían ayudado a entender un poco más este loco mundo, tan lleno de contradicciones. Un lugar en el que a menudo no decimos lo que pensamos, en el que lo que pensamos no se comparte, en el que lo que se comparte no es auténtico del todo.

Por suerte, somos unos cuantos los que aún nos sentimos permeables a las palabras. Ellas nos permitirán encontrar aquella frase para ahuyentar a los males o para reírnos de la indiferencia. Con ellas podremos, de repente, agarrarnos a los buenos momentos y revivirlos.





Canción Post: Flume - Bon Iver

No hay comentarios: