Existen libros que merecen ser leídos y releídos y otros tantos que deben ser recomendados. Hay libros que deberían leerse por su sorprendente final y algunos tienen pasajes únicos e inigualables. Hay libros que encierran en su título la profundidad de toda una vida. Hay otros que leíste hace siglos y que un día por casualidad retornan arrastrados por una experiencia.
Confieso que he vivido, de Pablo Neruda.
Ese es el título que resume una velada fantástica entre ocho mujeres distintas y particulares, poderosas y auténticas. Antes de ese día, unas perfectas desconocidas. Después de entonces, unidas por un hilo invisible pero fundamental, la sinceridad.
Un hada diminuta llamada Campanilla las había ido llamando una a una haciendo caso a su intuición:
Tenían que ser fuertes pero a la vez emocionales, influenciables, apasionadas...Todos ellos adjetivos valiosos pero que a veces se pueden considerar debilidades según desde qué óptica se (ad)miren.
Sería un secreto a lo que se dedicaban para ganarse la vida, porque ello no deja de ser una circunstancia en muchos casos, y en otros, una etiqueta. Lo importante es que tuvieran talento en mayúscula.
Unas vendrían del norte y otras del sur. Unas serían de ciudad y otras del campo. Unas vivirían en el centro y otras fuera de la ciudad. De nuevo, circunstancias o casualidades. Lo realmente importante serían las historias que las habían llevado hasta allí.
Cuando todas ellas aceptaron la invitación, Campanilla llegó a la conclusión que quizás posiblemente de no ser por esa cita, jamás se hubieran conocido y si lo hubieran hecho, no habrían ido más allá de un saludo cortés y indiferente. Conseguir esa gesta la hizo sonreír encantada.
Campanilla lo intuía pero ellas todavía no, pero esas mujeres tenían más puntos en común de lo que podrían reconocer al verse. Sus historias se entrelazaban, discurrían en paralelo, y donde terminaba una empezaba la otra. Eran como el caudal de un mismo río, con sus aguas serpenteando de una y mil formas pero en una misma dirección.
Las historias se complementaban porque lo que las unía eran palabras como amor, ilusión, aventura, experiencia:
todas esas mujeres habían arriesgado, se habían atrevido a rebelarse, habían luchado por un sueño, habían elegido hacer lo que debían, habían perseguido un amor y se habían arrepentido de todo ello alguna vez...
Lo cierto es que todas podían confesar que habían vivido, porque esa la más fascinante verdad que se reveló esa noche. A pesar de las diferencias en la superficie, emergió la potente verdad: la vida nos va tejiendo una red invisible de experiencias que nos hacer tomar decisiones, que nos hace reír y llorar y emocionarnos.
La vida nos hace sufrir pero nos deja suspirar. La vida nos obliga a luchar por lo que queremos y a ceder, a momentos, y también nos fuerza a abandonar y a alejarnos…Quizás más adelante volvamos, o quizás no, quien sabe.
La vida nos hace sufrir pero nos deja suspirar. La vida nos obliga a luchar por lo que queremos y a ceder, a momentos, y también nos fuerza a abandonar y a alejarnos…Quizás más adelante volvamos, o quizás no, quien sabe.
Canción del post: Big Coat de Wiretree
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