10 abril 2014

¡Date un respiro!

Quizás soy demasiado exigente.

El esfuerzo que me pido a mi misma lo comparo con un partido de tenis, en el que, a pesar de existir varios sets, y dentro de cada uno, distintos juegos, y dentro de cada uno, diversos puntos a disputar, si quieres ganar el partido, no puedes dejar escapar ni uno de ellos. No puedes perder la concentración, no puedes permitir relajarte ni un minuto. Con estas premisas, cada partido se convierte en una batalla sin noche.

No sé por qué, pero así me siento muchos días después de haber cogido siete autobuses y un taxi porque no llegaba, después de visitar a nosecuántas personas. Por el camino se me han juntado dos citas y he tenido que pedir perdón por el retraso. La batería del móvil se ha agotado a media tarde de tanto darle a la ruedecita, y me he olvidado de los semáforos y de los coches que entorpecen mi camino. No sé dónde meter el abrigo, qué calor!

A veces, me siento en la cama y miro por la ventana. La vista se me pierde entre las hojas del árbol que veo justo delante y el edificio vacío pintado de color crema que con el paso del tiempo, se va desconchando lentamente. El aire mueve lentamente las ramas y mientras tanto, yo hago un repaso hacia atrás de mí día y descubro sorprendida, que a pesar de todos mis esfuerzos, el resultado no ha sido como esperaba. Vuelvo a esforzarme en recordar algo realmente positivo pero, algunos días, cuesta encontrarlo. 
Y como el recuerdo me inquieta, entonces, sin permitirme un descanso, le doy la espalda al ladrón del tiempo y comienzo a construir mi agenda de mañana para llenarla de una razón cuadriculada: trazo horarios con la imaginación, anoto obligaciones aburridas y recuerdo a las personas a las que hace días debería contactar. Después de pasarme quince minutos en trance, me levanto de la esquina de la cama y tengo la sensación de estar aún más agotada que antes…

¿Por qué no puedo ser como otros que se dan un respiro?

¿Cómo voy a transformar al mundo si soy incapaz de quererme un poco más? ¿Cómo voy a emocionar a los demás si no tengo fuerzas para ilusionarme? 
¿Cómo voy a ver más allá si no levanto la cabeza?

Desde que he leído que la meditación es una de las actividades que necesita una mente creativa, admito que le he otorgado un mayor espacio en mi vida. Pero aún me falta, y mucho, porque aún hoy, mis concesiones son sobre todo por acompañar a otros, mis recompensas son compartidas, las vacaciones, una decisión conjunta.

Consciente lo soy, pero ahora toca meditar en serio. Vamos a respirar profundamente...


Canción del post: Hymn to her: Pretenders

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