La ventaja de no estar deprimido es que cuando ves que estás mal, puedes establecer un plan de acción a medida. Quizás luego no tengas tiempo de llevarlo a cabo o puede que después ya no lo necesites, pero al menos tu cabeza es capaz de ver la solución, y esa es exactamente la clave del éxito.
La ventaja de no estar deprimido es que al mirar a tu alrededor no ves absolutamente a todo el mundo más afortunado que tu. Los contemplas con sus más y sus menos, conformados con su destino o exultantes de amor, pero los ves tan humanos como a ti mismo, y no te sientes un ser insignificante.
La ventaja de no estar deprimido es que hay buenos días y días nefastos, momentos inolvidables y otros muy aburridos, pero puedes mirar al cielo sin preguntarte cuándo acabará todo y cuando bajas solo al parque, puedes sentarte en un banco con la calma sin echarte a llorar seguidamente.
Siempre pensé que los deprimidos serían seres “normales” y conformistas, apáticos, solitarios y nada ambiciosos, hasta que un día me tocó a mí, con lo que todas mis premisas se quedaron de repente sin sentido. En aquel entonces, con una autoestima cada vez más escuálida y un positivismo cada vez más sombrío, yo me preguntaba hasta cuándo duraría aquello, cuándo sabría que aquel nubarrón se alejaba por fin de mi universo. Fue entonces cuándo la voz de una amiga me dijo con tranquilidad: “cuando menos te lo esperes volverás a sonreír por un detalle, por esto o aquello, y entonces, sabrás que estás curada. No será hoy ni mañana, por supuesto, pero un día, simplemente, volverá a salir el sol.”
De eso hace ya mucho tiempo, pero intento nunca olvidarlo del todo, supongo que para quitarle importancia o para evitar una recaída. Ahora no estoy deprimida, pero sin embargo, me falta el cupo de risas y buenos momentos para compartir, así que no me queda otra que elaborar un plan de acción.
Se m'ha girat feina!
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