Una noche, hace mucho tiempo, me despertaron
mis propias lágrimas. Recordaba vagamente que en mi sueño, estaba tranquilamente
sentada en medio de la gente en un autobús abarrotado. Iba pensando y saltando
de un tema a otro hasta que algo me hizo paralizarme. De repente, fui consciente
de que se había ido y supe que sin ella, mi vida carecería de sentido. Me
puse a llorar con la intensidad del desconsuelo y me desperté gritando: “¡me han
quitado la ilusión!”.

Sin ella, la novedad pierde a la emoción como pareja de baile y por un traspiés, la risa pierde el compás de la música.
Sin ella, el caminar olvida su alegre taconeo y el porte erguido va curvando su orgullo y pasión.
La ilusión es mi grito de guerra, mi aliado cuando todo está perdido. Es el puerto en calma y el carbón de mi locomotora.
La ilusión alborota a mis glóbulos rojos y decide el ritmo inestable de mi corazón
con alegría. Ella es quien me golpea con una punzada en el estómago pero también quien me lleva en volandas para poder tocar la luna con los dedos. Es mi almohada por la noche y mi abrigo en invierno, es tan importante como aquella persona de la que jamás tendré que despedirme.
Hace años soñé que la perdía, pero por suerte, al despertar recordé que en realidad no podía marcharse, pues siempre la llevo atada a mi mano con un lazo invisible.
Referencia del post: los hombres grises del libro "Momo", Michael Ende
Música del post: Chocolate & Cigarettes, Angus & Julia Stone
1 comentario:
Es imposible que la pierdas, eres pura energía gracias a esa ilusión que contagias
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