13 julio 2014

¿De ilusión también se vive?

Una noche, hace mucho tiempo, me despertaron mis propias lágrimas. Recordaba vagamente que en mi sueño, estaba tranquilamente sentada en medio de la gente en un autobús abarrotado. Iba pensando y saltando de un tema a otro hasta que algo me hizo paralizarme. De repente, fui consciente de que se había ido y supe que sin ella, mi vida carecería de sentido. Me puse a llorar con la intensidad del desconsuelo y me desperté gritando: “¡me han quitado la ilusión!”.

Sin ella, la curiosidad pierde el sentido y la dirección, el olfato y la espontaneidad, y no cesa de dar vueltas sobre su eje hasta quedarse enredada entre las hojas y el viento de un otoño prematuro.
Sin ella, la novedad pierde a la emoción como pareja de baile y por un traspiés, la risa pierde el compás de la música.
Sin ella, el caminar olvida su alegre taconeo y el porte erguido va curvando su orgullo y pasión.


“No sin mi ilusión”, solía repetirme a mí misma, a pesar de que a veces, renegase de ella. Porque había días que me hacía sentirme muy sola, al darme cuenta que era la única que la sentía, o al menos, que podía expresarla. Delante de mí, personas con cuerpos cuadrados y cara imperturbable, me miraban con extrañeza, ¡parecían estar tan lejanos!. Y yo sentía como toda aquella alegría que me invadía se iba desvaneciendo...Poco a poco, me fui amoldando y perfeccionando, y me torné cada día más y más desconfiada. Así que mi cuerpo se fue quedando sin curvas y adoptando aquellas líneas rectas.¡Por poco lo consiguen!...

La ilusión es mi grito de guerra, mi aliado cuando todo está perdido. Es el puerto en calma y el carbón de mi locomotora. La ilusión alborota a mis glóbulos rojos y decide el ritmo inestable de mi corazón con alegría. Ella es quien me golpea con una punzada en el estómago pero también quien me lleva en volandas para poder tocar la luna con los dedos. Es mi almohada por la noche y mi abrigo en invierno, es tan importante como aquella persona de la que jamás tendré que despedirme.



Hace años soñé que la perdía, pero por suerte, al despertar recordé que en realidad no podía marcharse, pues siempre la llevo atada a mi mano con un lazo invisible. 



Referencia del post: los hombres grises del libro "Momo", Michael Ende
Música del post: Chocolate & Cigarettes, Angus & Julia Stone

1 comentario:

Marc Cortés dijo...

Es imposible que la pierdas, eres pura energía gracias a esa ilusión que contagias