09 junio 2014

La Bola de Cristal

Así se llamaba el programa de la tele que daban las mañanas del sábado cuando éramos unos críos. Mientras sonaba la música de inicio, corríamos hacia el sofá, dábamos un par de volteretas y luego nos quedábamos ensimismados viendo como nos sobrevolaban las rastas de colores de la psicodélica bruja Avería. Nos quedábamos así toda la mañana, solos y felices. 
Era nuestra forma de seguir haciendo el remolón, de reivindicar el inicio del fin de semana en total libertad: sin obligaciones ni colegio, sin despertadores ni actividades que no fueran jugar y enredar.


La Bola de Cristal nos permitía viajar entonces hacia la fantasía y la magia de lo desconocido, nos mostraba paraísos que aún no habíamos explorado, nos asombraba con palabras y discursos que entendíamos a medias. Nos hacía soñar y nos hacía anhelar sin saberlo, todos aquellos premios con que la vida nos sorprendería.



¿Cómo pudo torcerse ese sueño tan maravilloso? 
Si el futuro era un obsequio desconocido, un mundo de Jauja por explorar, lleno de casitas de chocolate para vivir, colorear o saborear, ¿cómo pudo desvanecerse esa promesa?...

Ahora, el futuro incierto nos hace mantener la prudencia del presente, conformados en conservar lo que hoy aún es nuestro. 
El mañana desconocido nos hace sentir tan inseguros que incluso los adultos más racionales van a tirarse las cartas cuando tienen que tomar una decisión importante, confían en los mensajes del tarot o incluso tienen una vidente de confianza…
Cualquier fórmula que permita aumentar la certeza, nos hace creer que tenemos más controlado un paso más allá del ahora.

Nos olvidamos que el presente es aquel mañana que tanto temíamos:
¿es realmente tan distinto del ayer si no hemos tomado ninguna decisión?, 
¿es tan terrible si no ha habido ningún factor externo que ha actuado en nuestra contra?, 
¿es tan funesto si no existe ninguna enfermedad tras nuestra espalda o a nuestro alrededor?...


Navidad: Manualidad, bola de cristal con nieve
En mi infancia, la Bola de Cristal era la llave a un mundo de fantasía, un globo de cristal grueso donde fijabas la vista hasta no poder más. En algunos casos, la esfera tenía nieve en su interior y al girarla te imaginabas trineos, renos y paisajes increíblemente blancos y silenciosos.

¿Cómo pudo torcerse ese imaginario de riqueza visual? Si el futuro contiene vida y personas nuevas, ofrece conversaciones, acumula sorpresas y esconde proyectos, ¿por qué es tan difícil de adulto ver a través de la niebla de la incertidumbre?...

Quizás sea que un mañana muy distinto del actual nos hace sentir pequeños y frágiles, pues significa, en muchos sentidos, tener que empezar de nuevo, jugar con distintas reglas, aprender a descifrar si donde estamos o lo que somos, es los que realmente queremos.

La Bola de Cristal nos hacía soñar sin saberlo en todos aquellos premios con que la vida nos sorprendería, pero sin embargo hoy parece casi imposible imaginar un mañana tan hermoso. 
Cuando eres adulto, nos parece que soñar es querer atrapar lo que aún no existe, mientras que conservar el presente, por insulso que este sea, nos tranquiliza y nos protege de los vaivenes que supone no saber...
Y si nos queda alguna duda, por racionales que seamos, no está mal visto pedirle ayuda a una bola de cristal...

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