25 diciembre 2013

Mujer Esponja

Hay personas que, por la razón que sea, nos marcan para el resto de nuestras vidas. No son nada y todo a la vez. (Mujer Esponja).

Hay una canción que está llena de guitarras que me gusta mucho. No la pongo habitualmente pero cuando la escucho me siento identificada y me da un instantáneo subidón de felicidad. Comienza así: ella es fuerte y débil a la vez, pero así somos los dos…

Ella es fuerte y débil a la vez, pero tiene una extraordinaria fortaleza interior. Creo que no es consciente de la capacidad insólita que habita en su interior capaz de revolverse y lanzarse, sin temor, a combatir en las más heroicas hazañas sin más escudo que su vida y su convicción…Es capaz de matar monstruos por ti, solo tienes que avisar…

Ella es una feroz heroína pero también una mujer de verdad. Es capaz de arremeter contra cualquier injusticia pero al mismo tiempo nunca ha dejado de soñar. Y cuando se deja llevar, cierra los ojos y se imagina recostada en una tumbona azul y blanca frente una playa paradisíaca, vestida enteramente de blanco, con un cocktail de frutas y pasión en la mano, mientras suena una música que la hace suspirar y todos los pensamientos se desvanecen adormecidos por el rumor de las olas.

Ella es una mujer de carne y hueso y a la vez, el capitán de los salmones. Una vez me preguntó: si yo fuera un animal, ¿cuál sería?. Lo tuve muy claro: los salmones son capaces de realizar una odisea vital, como ella. Nacen en un lago, y a pesar de la docilidad de sus aguas, un día una fuerza interior les hace dejarse arrastrar por las cuestas imparables del río hasta llegar al gran océano, donde  los depredadores estarán esperando. El salmón sabe que tiene que aguantar todo el tiempo que pueda para aprender, para conocer, para madurar. Y el día marcado, se dará cuenta que tiene que regresar y emprenderá su último viaje, nadando a contracorriente hasta agotar las fuerzas para volver al lugar que le ha visto nacer y dedicarse, ahora lo sabe, a aquello para lo que estaba predestinado. Ella está ahora en el camino y a pesar que encontrará muchos obstáculos, como embalses que saltar, trampas humanas que esquivar, incluso zarpas del terrible oso de las que huir, regresará feliz a su puerto particular.

Ella es una noche de fuegos artificiales pero también un pájaro con ansias de volar. Los días con ella pueden ser impredecibles, las aventuras juntas, incontables, los traspiés, los equívocos y las carcajadas son elementos habituales de nuestras fiestas de amigas. Y sin embargo a veces, una ráfaga de aire frío recorre su espalda y encima de su cabeza surgen burbujas de dudas, de antiguas preguntas a las que quiere responder con buena nota. Y sólo entonces, puedes ver como su sonrisa se esconde y se recluye en su jaula particular. Aunque no tiene puerta, prefiere quedarse allí tranquila, estudiando y aprendiendo, sopesando los pros y contras de cada decisión, y decide estar sola, porque es esta su lucha particular…

Y es que ella es fuerte y débil a la vez, pero así somos las dos. Amigas y hermanas para siempre.




Mujer esponja - Lory Meyers
En el parque - Love of Lesbian

22 diciembre 2013

Un destello

No podemos evitarlo, nos pierde el destello, esa ráfaga instantánea que atraviesa el cielo en escorzo. Mientras sucede, se nos parte en dos el pensamiento, se nos acaban los planes y giramos completamente el reloj de tiempo para que todo se detenga…


Nos seducen las ciudades como Nueva York, cuyo nombre nos devuelve destellos de luz, que nos permite sentirnos pequeños en medio de una grandiosidad deslumbrante. Nos gusta dejarnos abrazar por la verticalidad de sus edificios, mirar hacia arriba y pensar que ahí arriba hay personas poderosas. Justo hasta notar un dolor en el cuello. Nos quedamos sin palabras al caminar por escenarios de películas, cuando recordamos frases famosas o al sentarnos para desayunar en el set de nuestra serie favorita que es un poco más pequeño de lo que imaginábamos...
Nos encanta, no podemos remediarlo, y cuando nos percatamos que quizás haya demasiados baches en la calzada, que las esquinas están llenas de homeless y que el olor de las basuras impregna el aire del verano, negamos con la cabeza y volvemos a recordar todas sus maravillas.

Nos seducen personas como aquellas que saben mirarte profundamente a los ojos mientras te hablan, porque te hacen sentir pequeño y especial al mismo tiempo. Nos dejamos enamorar por los que poseen un destello en sus gestos, en su mirada, incluso en su forma de andar. Les consideramos auténticos, a pesar que para ellos más que para otros, el mundo gira a su alrededor: son altivos, soberbios, incapaces de adaptarse a las normas que para otros son ineludibles. Y sin embargo, les perdonamos lo que a otros no permitimos, les dejamos que saquen a relucir sus sombras. En su presencia, todo lo anterior pierde sentido porque los pensamientos se parten en dos, desvaneciéndose en un aire contagiado por su aura. Y cuándo nos damos cuenta de que sería imposible vivir con ellos, negamos con la cabeza y suspiramos  por detener el reloj del tiempo para que la magia, al menos, dure un poco más.


No podemos evitarlo, nos pierden los destellos. Y por eso, siempre triunfarán los que brillen, aunque solamente sea una vez, y pasarán por delante de los que continuamente hacen fácil lo difícil sin levantar la voz. No nos debe importar tanto que lo que ofrezcamos tenga rincones sin pulir, que no sea perfecto porque solo seremos capaces de detener el reloj del tiempo si conseguimos transmitir algo que contenga esa ráfaga instantánea que atraviesa el cielo…

03 noviembre 2013

Bailemos




Existen tres tipos de personas: las que no necesitan grandes reflexiones para ser felices, las que un día reflexionan profundamente y a partir de entonces inician una nueva vida y las que les gusta reflexionar a todas horas pero rara vez toman drásticas medidas al respecto.


Cuando hago largas caminatas por las montañas, a pesar de contemplar el infinito y admirar los elementos esenciales de la vida, a menudo me despisto y vuelvo a darle vueltas a los temas que me preocupan y que no he solucionado. Por suerte, las cuestas son lo suficientemente empinadas para pedirme un poco más de esfuerzo y concentración. Cuando solamente puedo mirar alternativamente hacia arriba y hacia el par de metros que tengo por delante, sé que mi mente ya no tiene lugar para nada más.

Hoy reflexionaba sobre cómo conseguir dejar de pensar. Quizás todo se base en conseguir una cierta armonía. La naturaleza es en sí misma armónica y poderosa: 
cuando miro hacia el cielo puedo ver como el viento arrastra con suavidad las nubes que juegan a desvanecerse, al bajar la vista hacia el lago de gélidas aguas, descubro que el mismo viento ha creado unas ondas en la superficie, que se estremece ante su contacto. En lo alto de las crestas, de nuevo el viento juega a colarse entre las rocas emitiendo unos silbidos largos y misteriosos. Finalmente, me dejo envolver en esa sensación de pequeñez, a la vez me siento grande. Quizás esta deba ser mi definición de armonía.

Y desplazándome un poco hacia las situaciones cotidianas me pregunto: ¿cuántas veces nos han contrariado por algo que consideramos injusto?. Algunos se enfadan y otros nos ponemos tristes…pero, ¿nos han hecho daño en un mundo donde todo fluía o era por el contrario un entorno en el que había fuerzas opuestas o desequilibradas?. Y además, ¿intentábamos convertir ese entorno en un espacio armónico o tirábamos con todas nuestras fuerzas para convertirlo en otro?...Cuántas veces no habremos arrastrado a muchos en pos de un objetivo, el nuestro, el bueno, el verdadero, y hemos contemplado finalmente con desánimo como se ha desvanecido porque no ha podido sobrevivir al entorno que no creía en él.

No la vemos, o no sabemos verla. Qué afortunados son los músicos, pues ellos sí que reconocen lo que es la armonía. Nosotros sólo podemos captar las buenas canciones. Si nos fijamos, en ellas ni las voces ni los instrumentos, aunque distintos y singulares, sobresalen los unos de los otros. Aunque todos fueran magníficos individualmente, sin esa unión especial que de vez en cuando se produce, no sería posible que una canción se convirtiera en clásica.

Tenemos que volvernos hacia la naturaleza para ser capaces de conseguir un mundo mejor. La mejor estrategia se halla en el universo, delante de nuestros ojos. Y sin embargo, a pesar de los grandes documentales de la televisión, no nos damos cuenta. 

Si eres como yo, de los que reflexionan constantemente y se desorientan de vez en cuando, escucha el silencio de la naturaleza y baila con él, en armonía.





Armonía: Unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes.

27 octubre 2013

Durante el trayecto

Conduces tranquilo por una ancha carretera. Sin sensación del tiempo, porque has perdido la cuenta después de contemplar durante horas esa sucesión de campos amarillos y árboles con copas redondas, engañosos topos verdes que se deshacen al acercarte. Hace calor y has bajado las ventanillas, el aire circula como un vendaval en el interior del coche donde se mezcla el olor del campo y con el del verano. Conduces por instinto, tus sentidos se han relajado hasta el límite. Tu memoria no recuerda cuándo empezó esa recta infinita y tu vista no percibe cuándo terminará. Nada importa, lo único que tienes que hacer es llegar.

Y de repente sucede algo.

Ese algo que pareces ver delante de ti te hace pestañear, no vaya a ser un arbusto, un animal, una roca, un no sé qué al que tu imaginación ha dotado de vida al azar.
Primero pestañeas, y luego se contraen el resto de tus sentidos, preparados para lo peor. No puedes hacer nada para impedirlo, a ellos les enseñaron que pasase lo que pasase, tenían que estar listos para actuar  en situaciones límite.
Primero pestañeas, luego contraes el resto de tus sentidos, y luego vas reduciendo la velocidad de tu vehículo hasta detenerte para llegar hasta la figura que está parada en el arcén.

No puedes articular palabra. En medio de la nada, hay una chica sonriéndote. Vestida de turista, bronceada por el sol, lleva una mochila a los pies y mantiene el brazo levantado. Al acercarte, te das cuenta que el cartón que lleva agitando desde que te vio a lo lejos pone tu nombre.
No puedes decirle que no suba, aunque estés en shock. A partir de ahora tu trayecto será totalmente diferente…



A veces pasas demasiado tiempo haciendo lo mismo, sin cuestionarte si te hace feliz, si es aquello que realmente quieres. Y sin embargo, te sientes bien. Aunque te quejes de la rutina, en realidad es un refugio, un fondeadero seguro: no te pide demasiado esfuerzo, y te deja controlarla en todos los sentidos. Podrías deletrear tu día desde que la luz del sol se filtra por la persiana hasta que te inclinas para cerrar la luz de la lámpara al acostarte.

Y de repente sucede algo.


Y desde entonces todo en lo que has basado tu existencia no tiene ya sentido, ha perdido su valor. Y aunque te sorprendas, te enfades, te pongas triste o te preguntes porqué a ti, piensa que es algo que lleva mucho tiempo esperándote: 
para mostrarte otro camino alternativo, una sorprendente forma de recorrer lo que te queda o quizás un nuevo y excitante destino.

06 octubre 2013

En la última fila

Hace años mi padre me contaba como una de sus grandes hazañas, que debido a que no podía ir a la escuela todos los días porque tenía que ayudar a su madre, cuando entraba en el aula, el profesor le sentaba en la última fila. Durante toda la clase, él se esforzaba como nadie: levantaba varias veces la mano, contestaba a todo lo que sabía, sumaba lo más rápido que podía, y a medida que iba respondiendo correctamente, le iban sentando cada vez más adelante. El día en el que, cuando sonaba el timbre del final de la clase, había conseguido estar sentado en el pupitre de la primera fila, era el más feliz de todos los niños.

Mi  padre me enseñó dos cosas importantes: mirar siempre hacia adelante y valorar el esfuerzo que cuesta conseguir algo. Para ello, hay que esforzarse, me decía, por aguantar los malos tragos.

Es algo que hago sin ninguna dificultad. Como un resorte escondido entre las capas de la piel, ante cada adversidad que se presenta, algo me ayuda a sobreponerme. Cuando sucede algo, siento al momento un pinchazo de dolor en el estómago y en seguida me pongo muy seria y me digo a mi misma: pase lo que pase, iremos hacia adelante, siempre hacia delante. Es un mantra espontáneo y poderoso.

Eso no significa que no duela ver a los demás cómodamente sentados en sus pupitres. Pero hay que ver más allá, me diría mi padre: míralos bien, están callados, y serios, pero les delatan sus pensamientos. Te miran de soslayo mientras tú llegas de puntillas para luchar por lo que el otro día era tuyo, ¿pero sabes lo que piensan en realidad? ni te odian ni te menosprecian, muy al contrario, te admiran: viéndote a ti, saben que el milagro que haces que se produzca cada día no es un sueño. Si tú eres capaz de llegar al primer lugar, significa que quizás no sea tan difícil. Además, te conocen, salen contigo a jugar al patio y se han dado cuenta que eres como ellos. Tuvieron miedo al principio, pero ya no, porque eres cercana: te ríes, te inventas juegos para ellos, te emocionas, les cuentas lo que te preocupa, les haces reflexionar.

Algunos piensan que estás un poco loca, pero en el fondo saben que esa locura es un regalo del cielo para todos ellos, porque esa alegría mueve montañas, atraviesa océanos y glaciares, incluso desiertos perpetuos.  Esa locura les permite a unos soñar despiertos y sobrevivir al tedio. Esa locura les exhorta a otros a ponerse a cambiar este pequeño mundo y hacerlo más humano. Esa locura es capaz de transformar un día gris en un fantástico día de vacaciones…


Ya sé que es duro empezar cada vez en la última fila. Temes que un día se terminará de golpe la energía y no serás capaz de conseguir el reto y su premio. En realidad, seguiría mi padre, el premio no es el que crees...
¡El premio son ellos! Cuando no estás en clase, tus compañeros te echan de menos. No te lo dicen, porque alguien les enseñó a no ser osados en sus comentarios. Alguien lo susurró una vez:" es curioso que se note más tu ausencia que tu presencia". Tienes que estar orgullosa, pues quizás has cambiado tanto su días que convertiste lo extraordinario en posible y sin tu presencia, la magia se pierde y las cosas vuelven a ser como antes…

Mi padre me miraría ahora fijamente, me pondría una mano en el hombro y me diría: no tengas miedo, la ilusión y tus ganas lo harán posible. Eres afortunada por poder llegar cada día a la primera fila. Cualquiera que sea el sueño que tengas, está ahí mismo...al final del día.

29 agosto 2013

Y mientras tanto...

Hace unos años me inscribí a un curso de escritura. Una de las frases que se me quedó enredada en algún lugar de mi interior y que de vez en cuando reaparece fue la siguiente: 
para ser un verdadero escritor tienes que ser sincero. Probablemente es por eso que siempre me he escondido entre un millar de excusas para no tener que compartir las aventuras de mi mente que a veces ni yo comprendo. Quizás sea el miedo a ser juzgado…

Y mientras tanto, la vida es lo que pasa mientras estás haciendo otros planes.

En otro de mis cursos, esta vez de expresión corporal, la profesora me dijo muy solemne: tu siempre intentas hacer lo más complicado. En aquel momento me sorprendió mucho, pero más tarde me hizo reflexionar, por lo cierto que era: soy una inconformista de lo sencillo, de lo que-puede-hacer-todo-el-mundo. En la búsqueda del más difícil todavía, intento saltarme los los pasos que, lo sé, probablemente sean necesarios para poder cruzar el río con seguridad. Y por eso muchas me veces me caigo y si el agua está muy fría, me quedo sin respiración, los músculos se me quedan tiesos y dejo de pensar con nitidez. Debería ser más humilde para ser capaz de empezar por  lo que-puede-hacer-todo-el-mundo y luego echar a volar. Quizás sea el miedo a ser igual…

Y mientras tanto, los demás van adelantándose mientras tú sigues pensando porqué.

Cada vez que llega el primer día de clase, del tipo que sea y a pesar de los años, me sucede lo mismo: no consigo llegar a la hora y justo para no desentonar, intento parecer simpática y acabo dando la nota. Y cuando llega el último día de clase, ya lo espero, alguien me dice en confianza: aunque me caiste muy mal al principio, tengo que reconocer que luego he cambiado de opinión. Prometo que la próxima vez adelantaré al menos diez minutos de todos los relojes que marcan mi mundo para tratar de cambiar el final del curso. Quizás sea el miedo a no gustar…

Y mientras tanto, la vida va poniendo a cada uno en su lugar.


Me he apuntado a infinidad de cursos, bueno, quizás no tantos, y he de confesar que ha sido más por curiosidad que por la necesidad de aprender. El mundo es inmenso y el conocimiento infinito, especialmente para mí, que tengo una memoria que trabaja por su cuenta.

Conociéndola, seguro se quedará con el cuento en lugar de la lección y preferirá a la verdad un trocito de anécdota para poder inventarse el resto de la canción. Quizás sea hora de enseñar más que de aprender...