27 octubre 2013

Durante el trayecto

Conduces tranquilo por una ancha carretera. Sin sensación del tiempo, porque has perdido la cuenta después de contemplar durante horas esa sucesión de campos amarillos y árboles con copas redondas, engañosos topos verdes que se deshacen al acercarte. Hace calor y has bajado las ventanillas, el aire circula como un vendaval en el interior del coche donde se mezcla el olor del campo y con el del verano. Conduces por instinto, tus sentidos se han relajado hasta el límite. Tu memoria no recuerda cuándo empezó esa recta infinita y tu vista no percibe cuándo terminará. Nada importa, lo único que tienes que hacer es llegar.

Y de repente sucede algo.

Ese algo que pareces ver delante de ti te hace pestañear, no vaya a ser un arbusto, un animal, una roca, un no sé qué al que tu imaginación ha dotado de vida al azar.
Primero pestañeas, y luego se contraen el resto de tus sentidos, preparados para lo peor. No puedes hacer nada para impedirlo, a ellos les enseñaron que pasase lo que pasase, tenían que estar listos para actuar  en situaciones límite.
Primero pestañeas, luego contraes el resto de tus sentidos, y luego vas reduciendo la velocidad de tu vehículo hasta detenerte para llegar hasta la figura que está parada en el arcén.

No puedes articular palabra. En medio de la nada, hay una chica sonriéndote. Vestida de turista, bronceada por el sol, lleva una mochila a los pies y mantiene el brazo levantado. Al acercarte, te das cuenta que el cartón que lleva agitando desde que te vio a lo lejos pone tu nombre.
No puedes decirle que no suba, aunque estés en shock. A partir de ahora tu trayecto será totalmente diferente…



A veces pasas demasiado tiempo haciendo lo mismo, sin cuestionarte si te hace feliz, si es aquello que realmente quieres. Y sin embargo, te sientes bien. Aunque te quejes de la rutina, en realidad es un refugio, un fondeadero seguro: no te pide demasiado esfuerzo, y te deja controlarla en todos los sentidos. Podrías deletrear tu día desde que la luz del sol se filtra por la persiana hasta que te inclinas para cerrar la luz de la lámpara al acostarte.

Y de repente sucede algo.


Y desde entonces todo en lo que has basado tu existencia no tiene ya sentido, ha perdido su valor. Y aunque te sorprendas, te enfades, te pongas triste o te preguntes porqué a ti, piensa que es algo que lleva mucho tiempo esperándote: 
para mostrarte otro camino alternativo, una sorprendente forma de recorrer lo que te queda o quizás un nuevo y excitante destino.

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