Me elevo en el aire como un niño dibujado con una sonrisa, tirado por un globo verde que ha atado a su dedo indice su madre con un lazo. Al pasar por el parque, él se ha quedado mirando un hombre con decenas de globos de colores y ha señalado hacia allí. Como su madre no le ha hecho caso, el niño ha apretado su mano con un movimiento firme y ha vuelto a señalar con el dedo, esta vez a una niña que pasaba por su lado, con un hermoso globo rosa que juguetea con el aire de invierno. Han llegado allí tras un rato de paseo, en un domingo aparentemente tranquilo.
De repente me paro. No quiero tirar del hilo más, porque si sigo desvelando la historia hacia atrás, quizás descubramos el lado amargo del domingo, el punto de inflexión ...Vamos pues invertir la dirección del cuento y a seguir imaginando...
Hay un niño volando por el aire de un domingo de invierno soleado tirado por un globo verde y brillante. Mira hacia abajo y saluda a su madre que le sigue andando a paso rápido deshaciendo el camino al parque. Mientras se mece con el viento gélido de Diciembre, un pájaro amarillo se cruza por su lado y le saluda con su aleteo rápido y sincopado. Más arriba, se dibuja la sombra blanca de un avión con cientos de personas medio dormidas, suspendidas en tiempo y espacio...
Un niño con una sonrisa dibujada desciende con gracia en lo alto del Tibidabo. Con este día tan claro se divisa la ciudad entera y un trozo de mar azul intenso en una estampa maravillosa.
Y el cuento termina pausadamente hacia delante y no hacia atrás, porque a veces es más bonito soñar que adivinar la verdad...
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