Siempre me ha parecido un poco soberbio que alguien escriba su biografía cuando aún le queda todo por vivir. Quizás lo haga entonces porque, en ese preciso momento, está en lo más alto, con su corazón henchido de energía y el alma agradecida por lo sonoros halagos que el mundo le regala.
Desgraciamente y también por fortuna, la vida está llena de baches, de curvas peligrosas, de túneles con una tenue luz al final, de recodos y de pistas sin asfaltar donde, de vez en cuando, encuentras a personas, compañeros y finalmente, amigos. Así que es mejor no planificar demasiado, lo importante es ir disfrutando de cada momento. Si un día llegas a la cima del mundo, no te confies, una ráfaga de viento te puede hacer caer en un instante. Si alguna vez te pierdes en un angosto valle, de un momento a otro pasará alguien que, con un guiño, te animará a seguirle.
Esta crisis tan larga nos ha hecho abrir los ojos en muchos sentidos: enormes muros se han caído desmoronándose con estruendo y todos hemos comprobado que estaban construidos de cartón piedra. En quienes confiábamos han resultado ser unos farsantes y mediocres, y nos hemos sentido estafados en un sentido muy amplio. Aunque alguien diga que esto se veía venir, es muy difícil bajarse del caballo cuando estás arriba. Sin embargo, aunque difíciles, estos momentos son importantes, porque es cuando nos sale ese lado que tenemos escondido con el estómago lleno: la imaginación, el buscarse la vida y también, el reencuentro con uno mismo.
Muchos antiguos compañeros han aprovechado para relanzar su vida y son ahora mucho más felices con mucho menos, atreviéndose a explorar nuevas rutas sin miedo a perder nada, porque todo está por ganar. Los que tenían prisa por volver a tener lo de antes lo han tenido más sencillo, simplemente han tenido que ceder a los excesos, y ahora viven en paz con sus posibilidades reales. Y muchos de aquellos cracks catacraks, ahora son pequeños empresarios que siguen haciendo y deshaciendo. Aunque ahora no pueden mandar a los demás que lo hagan, han aprendido y descubierto que les gusta hacerlo por sus propios medios.¡Una agradable sorpresa!
No existe ni el éxito permanente ni el estrepitoso fracaso, pero si existen las circunstancias, que son una especie de parada obligatoria. Esos momentos están ahí por algo, y aunque difícilmente se perciba a primera vista, existe una oportunidad que yace medio escondida entre la maleza para que, al encontrarla, sepamos valorarla.
Solo hay que darle la mano, creer en ella y empezar a andar con una sonrisa.
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