02 abril 2012

El paisaje de las norias



Siempre me ha parecido muy agobiante la imagen que nos asemeja a un ratón que da vueltas en una rueda hasta desfallecer porque no sabe cómo parar. En el mundo laboral que yo conozco, también existen ruedas así, aunque aparentemente parece bastante sencillo decir basta. Y si las imagino a mi manera, me recuerdan más bien a enormes norias de colores, brillantes y majestuosas. 

Como niños, nos subimos con anhelo cuando por fin tenemos edad para traspasar la barrera de entrada del primer trabajo. “Para licenciados con alto potencial”, reza una señal luminosa justo antes de entrar. Pletóricos, con varias descargas de adrenalina, medio atemorizados por la emoción, damos un paso hacia adentro mientras nuestros padres nos saludan con la mano, orgullosos de que su hijo haya entrado en una gran empresa. La abuela, a su lado, sentencia con una amplia sonrisa: “lo difícil es entrar, pero una vez dentro, es para toda la vida”.
Sin embargo, en función de quién nos toque en el viaje o de quién dirija la atracción, esa rueda, o más bien, esa preciosa noria, poco a poco empieza a perder su grandeza.
Será porque con el tiempo, ya no somos tan niños y la visión de nuestro alrededor cambia. Será porque, a base de vueltas sobre el mismo eje, paulatinamente vamos consolidando nuestros movimientos y llegamos a percibir incluso otras cosas: la organización no se mueve con agilidad y aunque seguimos con ganas, la ilusión ha retrocedido debido a algunos sinsabores. Además, alguien nos ha dicho que si nos fijamos en el horizonte, más allá de la nuestra, veremos que hay otras norias mayores.
Desde ese día empezamos a girar la cabeza, y al observar mejor, aparecen otros carteles luminosos, luces de neón con frases sugerentes: “empresa referente en el sector busca empleados con ganas de desarrollarse profesionalmente” … Y entonces nos preguntamos: "si no me atrevo con este nuevo reto, ¿querrá decir que soy un conformista?, si no pruebo a subirme, ¿significará que no quiero crecer?...¡Yo quiero vivir cosas nuevas, quiero ser más grande…!". 

Una vez acomodados en la magnífica nueva atracción, no podemos evitar mirar un momento hacia atrás, donde a lo lejos, la rueda anterior nos parece mucho más pequeña, demasiado sencilla. Mientras tanto, nuestros padres y la abuela nos siguen con la mirada llena de felicidad, mientras susurran: “¡ él si que llegará lejos..!”.
Y ciertamente viajamos mucho más, porque saltamos a otra rueda y a una más, hasta que un día llega la crisis, se apagan las luces y cambia para siempre el cuento.
Sin embargo, durante todo el viaje, en el que hemos ido dando saltos para ir a dar vueltas sobre un nuevo eje, nos hemos ido dando cuenta de algo extraño:  todo aquello tan prioritario por lo que luchábamos en cada lugar se nos iba olvidando desde el instante siguiente de cambiar de noria.

Y es que el trabajo en sí mismo no tiene la profundidad de una reflexión con tu amigo del alma, ni el sabor delicioso del pastel de cumpleaños que trajo ayer un compañero. Las cifras de negocio nunca sorprenderán tanto como la historia que nos contó a tí y a mí nuestra amiga a escondidas en la sala de reuniones, y las palabras del gran jefe nunca te dejarán sin habla como el instante en que ella pasó por tu lado. Ninguna pantalla de ordenador hace desternirllarse de risa y sin embargo, cuántas veces nos hemos reido juntos de todo y de todos ante una segunda ronda después del trabajo. La carrera profesional no es una aventura si no nos juntamos todos para vivirla y reirnos de ella. ¡Ojalá busquemos un momento para hacer más lento el pedaleo y tengamos por fin la oportunidad de ser felices.

A miles de kilómetros, en un diminuto planeta, habita un pequeño principe al que le gusta contemplar otros mundos con el telescopio. Hoy, ha enfocado hacia la tierra y después de un breve silencio, le ha dicho a su orgullosa y amada rosa: “hoy he visto un planeta con un paisaje muy extraño: en lugar de montañas y ríos, su superfície la ocupan norias de vivos colores. Y dentro de cada una, hay mucha gente que con sus suspiros, les dan cuerda.”


Dedicado a los que empezaron a trabajar en los 90, a los yuppies de antaño.

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