¿Por qué no? Quizás algunos mensajes inocentes garabateados con prisas en un papel se convirtieron en notas importantes un día, o quizás no, quien sabe…pero si dejo volar a mi imaginación y que vaya hacia algún lugar conocido, a lo mejor averiguaré si fueron trascendentales o no...
Abandonado encima de la mesa del comedor, un mensaje escrito a lápiz decía: si llegas antes que yo del trabajo, ¿puedes por favor poner a hervir las patatas?... Con empeño, peló, lavó y puso a cocer las patatas, siguió luego cortando la lechuga, los tomates y la cebolla para la ensalada, y continuó con ganas de ayudar. Fué su forma de agradecerle tantos años, así que cuando mi madre decidió volver al mundo laboral después de tantos años, encontró en mi padre un gran punto de apoyo.
El mensaje Bienvenida a casa, sigue aún colgado en la nevera, escrito con caligrafía larguilucha, y se ha convertido en una especie de amuleto de la suerte para que cada viaje sea de ida y vuelta, para que cada vez que entre a casa valore su perfume, su luz, mis cosas, mi vida…
Números y números, sumas y totales, todas ellas escritas con lápiz con la parsimonia que da tener todo el tiempo del mundo. Facturas, presupuestos y recibos que amarillean en pequeñas carpetas de color tierra cerradas con gomas elásticas… Esos son parte de los recuerdos que me vienen a la cabeza cuando pienso en las tardes en las que mi abuelo “hacía cuentas", ¿era en esto en los que pasaba las horas de nuestra siesta?...
Haz los deberes, ayuda a tu madre y no te pelees con tu hermana, decía un mensaje con rotulador azul, en la pizarra adhesiva enganchada en un lateral del armario de su habitación. Lo importante era quién lo escribía, un pequeño duende que vivía entre las sábanas de la cama, y el premio, pues si cumplías con el encargo, el edredón se llenaba de chucherías, de caramelos y de sonrisas.
Te he dejado crema catalana para cuando llegues, y al otro día eran fresas bañadas en moscatel y todos los lunes, para desayunar, chocolate a la taza con un cruasan comprado esa misma mañana. Así que a pesar de llegar tarde de la universidad o empezar con dudas un día más en el nuevo trabajo, siempre en casa había una sorpresa.
Y finalmente, los habituales post-its amarillos, donde ordeno los propósitos más vitales, aquellos que no debería olvidar: márcate unos límites, no te quejes tanto, descansa de vez en cuando,no olvides llamar al médico, recuerda que ellos no son como tú … No sé porqué pero esos post-its son revoltosos y desaparecen entre hojas blancas, revistas, carpetas..para luego volver a surgir, de repente, como un recordatorio tenue pero importante…
Si puedes, un día de estos desliza un trozo de papel con un mensaje cariñoso para que alguien empiece o termine bien su día, seguro que quedará enganchado en algún pliegue del tiempo como un bonito momento.