Hay historias que empiezan en la mente y que van saltando de una a otra. Se construyen como aquel cuento o canción de un árbol que tiene un tronco, del que nacen unas ramas, de las cuales crecen las hojas verdes, y del que cuelgan unas deliciosas manzanas, dentro de una de las cuales hay un gusanito que sale a tomar el sol. Las historias surgen así, de casualidad, y caben unas dentro de otras, como las muñecas rusas, y son tan finas como las distintas capas de una cebolla….

A ese municipio han llegado esta mañana una familia cargada hasta los topes: van a pasar las vacaciones al camping, y el pequeño coche renquea debido a las subidas de la carretera serpenteante. En el techo, una baca con las maletas, y en el maletero, la tienda familiar con sus palos y sus vientos, la neverita pequeña, las sillas y la mesa plegables, los juguetes de los niños, los platos de plástico, las ollas, los manteles, los cubiertos, los cuatro sacos, hasta la escoba y el recogedor, y el juego de cartas y el ajedrez. Los niños en el asiento de atrás no tienen lugar donde poner los pies, porque debajo de los asientos están los cubos de plástico y las almohadas…pero ellos siguen cantando y dando guerra. Dos jaulas, con el jilguero y el canario, cierran la estampa de la familia feliz. Quizás se pasen por la verbena, donde la música de toda la vida no para de sonar, como aquel disco antiguo en aquella casa tan grande en la que me invitabas a pasar las tardes de aquel verano.
Recuerdo el sonido de las agujas jugueteando con alguna canción, aquella atmósfera oscura y cálida, el olor de la inmensidad de libros de la biblioteca y sobre todo, la pequeña escalera de caracol que llevaba hasta un sitio secreto que no me atreví a acceder. Recuerdo también las conversaciones a media voz, el tiempo que se deshacía en la tarde a merced del sol que caía lentamente. Me hablabas de todo aquello que te preocupaba, y yo te escuchaba medio hipnotizada por aquel sitio tan estravagante sin ponerle demasiada atención. Hasta que me explicaste la historia del busto de arcilla del salón. Una obra hecha por una mujer maravillosa, que murió demasiado joven, cuya existencia corrió paralela a la del niño rubio que corría por tu casa al que no querías, porque era el hijo de tu padre y de una maldita mujer que se instaló en casa cuando aún el halo de tu madre recorría el ambiente de aquella casa grande y efímera para mí.
Recuerdo el sonido de las agujas jugueteando con alguna canción, aquella atmósfera oscura y cálida, el olor de la inmensidad de libros de la biblioteca y sobre todo, la pequeña escalera de caracol que llevaba hasta un sitio secreto que no me atreví a acceder. Recuerdo también las conversaciones a media voz, el tiempo que se deshacía en la tarde a merced del sol que caía lentamente. Me hablabas de todo aquello que te preocupaba, y yo te escuchaba medio hipnotizada por aquel sitio tan estravagante sin ponerle demasiada atención. Hasta que me explicaste la historia del busto de arcilla del salón. Una obra hecha por una mujer maravillosa, que murió demasiado joven, cuya existencia corrió paralela a la del niño rubio que corría por tu casa al que no querías, porque era el hijo de tu padre y de una maldita mujer que se instaló en casa cuando aún el halo de tu madre recorría el ambiente de aquella casa grande y efímera para mí.
Cuántos cientos de casas con leyendas en su interior descansan ajenas a todo con sus ventanas tapiadas a la curiosidad y a la envidia. Excepto para aquella extraña pareja, que durante el fin de semana, examinaban con ahínco su exterior en busca de cualquier abertura, de un mínimo resquicio para colarse en el silencio del abandono. Una vez dentro, recorrían el pasado de cada habitación, mediante potentes linternas, fotografiando sus fantasmas, desenmascarando el polvo y las ruinas, y cualquier objeto extraño lo consideraban un tesoro. En su diario de búsqueda anotaban meticulosamente cada detalle. ¿Cuál podría ser la dedicación de estos personajes en realidad?...
Yo tambíen busco tesoros en las vidas de otros, en imágenes fugaces, en mis propies recuerdos bañados de una sutil cortina de imaginación…y así empiezo una historia que contiene a otra, y voy saltando de una a otra, probando caminos y abandonándolos, paseando por un cuento hasta hacer que el gusanito de la manzana salga a tomar el sol, justo en medio de la manzana madura, al final de las hojas verdes, en una de las ramas del tronco del árbol de la montaña.
En definitiva, un cuento o una canción.
En definitiva, un cuento o una canción.
2 comentarios:
quina ratllada no? I didn't like it. I'm sorry. Me quedo nomes amb el cotxe carregat cap al 'camping'?
James
M'encanta la teva sinceritat...i ja van dos. Es tractava d'això de cóm és possible saltar d'una ratllada a una altra....
Enfin,tal qual!
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