08 mayo 2011

Días de lluvia en paz

Desde mi ventana contemplo como la lluvia cae sin remedio. Son las once de la mañana de un sábado de aceras mojadas y cielo encapotado.
En la ventana del edificio de enfrente se asoma el anciano que cada día veo cuando salgo hacia el trabajo. Mientras yo miro el reloj del móvil, él se dirige a la panadería, con el periódico que acaba de comprar en el quiosco debajo del brazo.Llega hasta ahí con los pasos exactos, dice buenos días mientras alarga el brazo con las monedas justas y al marchar se despide muy bajito. Si hace bueno, se parará a descansar en el banco al solecito y ese día yo correré aún más pues estaré llegando tarde.
Pero hoy es sábado, son las once de la mañana y no deja de llover. Él está sentado en su silla de la ventana, mirando hacia afuera con la expresión de quién ya ha vivido suficiente, con las manos plegadas sobre su pecho, dejándose llevar por el paso del tiempo y meciéndose hasta su juventud, aquella época que tanto recuerda, más vivamente incluso que lo que ayer aconteció. Hoy se ha alejado hasta aquel momento en que la suerte apostó por él, hasta el instante en que probablemente cambió su vida. Le veo mirando fijo hacia mí pero él no me ve, pues está subiendo a la camioneta que le llevará hacia el frente republicano, con todos aquellos chicos asustados, tensos, conformes con su destino. Acompañándolo en la caja del camión, unas cuantas caras conocidas y otros tantos extraños, pero todos guardan silencio mientras él sólo siente un tremendo frío…
Una vez todo listo, la carga se aleja por aquella carretera triste sin asfaltar, seguido de numerosos ojos llorosos de padres, madres, novias, hermanas, amantes, abuelas…que tratan de seguir con la vista la expresión de su muchacho, que alguien sin permiso les está quitando. Mientras, él sigue temblando de miedo, agarrado a la puerta trasera pues ha sido de los últimos en subir. Sus cabellos oscuros se arremolinan cosquilleando sobre su frente, pero él sigue quieto, con las manos que le sudan cogidas a una portezuela que traquetea con los baches. Tiene labios resecos del polvo del camino y no oye más que el sonido ronco de una vida que le abandona. En silencio reza que quiere bajarse pero nadie le hace caso…
Todo sucede de repente, no recuerda más que un frenazo y el golpe seco de la puerta al abrirse y él cayendo sin sentido sobre el camino lleno de polvo que lleva hacia el frente al que él nunca llegó.
Aquellos huesos rotos le salvaron la vida, ¡qué suerte la suya!…Y al pensarlo, observa detenidamente sus manos grandes que tiene sobre el regazo y las ve de nuevo escayoladas y entonces revive las imágenes en el balneario donde le atendieron aquellos meses, y recuerda aquella enfermera a la que llamaba hermana que olía a jabón y a hierbas silvestres, y recuerda el bigote que se dejó entonces y que una foto inmortalizó y vuelve sobre sus pasos hacia aquellas tardes en soledad andando por un pueblo lleno de árboles frondosos  y quietud….Baja la vista hacia sus manos y dice en un murmullo: solo servían para arañar la tierra con el arado, eran fuertes para recoger con una pala el estiércol que abonaría los campos, pero nunca me hubieran respondido para disparar, hubiera errado el tiro, me habría temblado el valor. Ahora mueve lentamente su cabeza, aquella que se erguía bajo el sombrero para mirar al sol para saber la hora de volver a casa y repite: nunca hubiera sabido cómo esconderla al sonido de los disparos. Hubiera muerto de los primeros, de eso estoy seguro.

Todo esto me lo dice sin verme, mientras yo sigo esperando que esta lluvia deje de caer interminablemente para salir a la calle sin temor a nada, agradeciendo por primera vez haber nacido en una época de paz.



PS.dedicat al meu iaio, que a aquella foto amb bigoti semblava el Clark Gable.

2 comentarios:

Guillermo HP dijo...

Fekicitats!!! Amb aquest conte o historia t'has superat. M'ha encantat, i fa recordar que tots els "iaios" eren molt semblants, això ens sembla. Pot ser pq van viure una guerra.

Gracies

Cris dijo...

A mi també m'agrada molt...és un tribut molt particular al meu iaio però també a tots als que han patit a la pell la injusticia tan gran d'una guerra. Som uns privilegiats.