15 mayo 2011

Cruce de caminos

Nada puede ser todo. Pero solo dura un instante.
Ayer recordé a una persona, a una persona cero importante en mi vida, pero que tuvo la casualidad de conocerme en un momento especial. Cuando hablábamos de esto y de aquello ayer, no sé cómo la conversación llegó hasta él y después de un par de frases le volví a olvidar. Sin embargo, ahora que me he sentado a escribir, no sé porqué aquella noche y aquel verano han aparecido en frente de mí y los dedos se mueven locos por contarlo…¡Pero si no fue nada…!
Quizás nada puede ser todo, pero solo dura un instante.
Esta persona se cruzó en mi vida hace muchos años y compartí no más que unos meses, un verano en Venecia de calor y soledad. Durante ese tiempo creo que fue mi amigo, mi confidente, me ayudó sin quererlo mucho más que mis verdaderos amigos. Quizás es porque a veces hay relámpagos en la vida que te hacen saltar hacia un lado del camino y por ello conoces por casualidad otra gente, otra forma de vivir. A aquel desconocido le conté mis penas, le hablé durante horas de mi vida y mis anhelos, me sinceré completamente y sin embargo le olvidé definitivamente años después.

Yo entonces tenía 26 años y pensaba que era viejísima, acababa de dejar a mi pareja y tenía un miedo terrible que me encontrase y me convenciera que había sido un error abandonarle.
Cuando te atreves a algo muy serio te sientes como si te hubieses caído de lo alto de un precipicio en el que sigues cayendo y cayendo sin llegar nunca al final para que todo se acabe. Dicen también que cuando te das un golpe muy fuerte en la cabeza tu cerebro sigue moviéndose hacia un lado y a otro durante un tiempo hasta ponerse en su sitio. Así que ciertamente ese era mi estado por aquel entonces, con un cerebro tarareando una canción sin fin, con un cuerpo cada vez más delgado, y con una rutina cambiada a propósito para huir de la realidad.

No sé cómo, pero acabé en casa de una pareja que me acogió durante aquel verano. Estuve durmiendo varias noches como en las películas, en el sofá del comedor. Una noche, cuando mi amiga ya descansaba, su marido y yo descorchamos una botella del entonces champán y sorbito a sorbito, pena a pena, risa a risa, palabra a palabra, fuimos dejando atrás las horas de la noche. Cuando llegó el alba, sabíamos casi todo el uno del otro y prometimos que en adelante veríamos la vida en positivo. Carpe Diem sería nuestra frase cuando la vida nos ahogara y nos oprimiera.
“recuerdo una peli que me impresionó, supongo que yo era un niñato como los protagonistas… se llamaba El Club de los Poetas Muertos. Es una gran película, si puedes, no dejes de verla. En un momento, el profesor les explica el significado de “carpe diem”… que quiere decir algo así como que no hay nada después, que lo importante es el presente. El profesor les anima a que vivan intensamente, como si no hubiera un mañana, como si solo importara lo feliz que puedes ser ahora….No sé porqué desde entonces, cuando estoy muy agobiado, cuando la realidad me aprieta y me ahoga, me grito muy fuerte: “carpe diem” y me obligo a hacer aquello que sinceramente me apetece.

Recuerdo esas palabras vivamente aunque el resto del verano se escurrió en las sombras de la memoria. Quizás no fue nada, tan solo un instante: una parada en un cruce de caminos donde un extraño se convirtió en mi amigo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo quina intriga. Who's he?
Do I know him?

James

Cris dijo...

Pues no és ningú en especial. Probablement si el veiés pel carrer no el reconeixeria ni ella a mi...són d'aquelles pesones que simplement es creuen sense més...