09 abril 2011

El valor del envoltorio


Cuando vamos a comprarle algo a un amigo, siempre le decimos al dependiente: “envuélvamelo para regalo”. En esa frase se encierra la creencia de que el regalo parecerá mejor si su envoltorio es de color brillante o de textura agradable, si es distinto y espectacular. Esperamos que así nuestro amigo apreciará más nuestra ilusión por él y nos estimará más.
En Navidades, la época para regalar por excelencia, incluso hasta los perfumes más corrientes se engalanan con estuches de color oro o plata, con lazos de color rojo o verde botella y obsequios en el interior. Al recibirlos y destapar la sorpresa, los vemos tan bonitos, que no somos capaces de abrirlos y usar el perfume de dentro. En su lugar, los dejamos un tiempo apoyados en el espejo del baño, simplemente por el placer de contemplarlos.

Con las personas nos pasa lo mismo, aunque nos cueste reconocerlo:
Antes de conocer a alguien importante para nosotros, ya sea porque tenemos o una entrevista, o queremos conseguir un nuevo cliente, o quizás impresionar en una cita a ciegas o una reunión importante, siempre tratamos de saber anticipadamente cómo es la persona  físicamente, qué estilo tiene, dónde vive, qué le gusta, a qué se dedica, cuáles son sus aficiones, sus conocidos, sería perfecto, si pudiera ser, tener un resumen de su pasado...Después de ese primer contacto, elaboraremos una  imagen subjetiva, y con todo ello, le otorgaremos un valor que quedará inalterado hasta la próxima ocasión.
Durante una primera impresión no podemos evitar mirar su aspecto, su forma de hablar, analizar los detalles de sus gestos y si es posible, hasta su forma de andar. El vestido planchado, los zapatos nuevos, si lleva pendientes del color adecuado, un reloj bonito… todo ello, nos proporcionará pistas para retratarlo….Pero, ¿es ese el verdadero valor de una persona?, ¿qué oportunidades le daremos en el futuro a juzgar por ese primer destello? ¿nos perderemos, si no pasa la prueba, un amigo para toda la vida?
La importancia de la imagen en determinados entornos llega a ser tal, que puede esconder el verdadero valor de la persona:
No importa que seas un excelente trabajador, que si eres seco o de pocas palabras, pocos se fijarán en ti. Si eres de los pasionales, trata de disimularlo, pues pronto se correrá la voz que eres inestable y probablemente dejarán de confiar en ti.
En una fiesta o en un evento, en determinados sectores de trabajo, un vestido brillante extremadamente caro acaparará más la atención que tu inteligente discurso o tus quince años de experiencia…porque es el primer flash, porque le otorgamos un valor desmesurado…porque vivimos en una sociedad de la imagen. En un entorno así, la perfección se valora bajo determinados parámetros, marcados por quienes tienen probablemente ojos muy grandes para mirar el envoltorio y bastante tiempo para arreglarse por fuera. Lo de dentro, el verdadero regalo, de momento, no han podido verlo….
¿qué  pasaría si por un momento, todos ellos, perdieran el sentido de la vista?


Ps. Tengo que reconocer que el espejo cada día me devuelve unos ojos de mayor tamaño...

2 comentarios:

Guillermo HP dijo...

Et puc fer un comentari...
Has de tornar a texts amb més magia, està molt ben escrit però em dona la sensació que és un text d'un llibre d'autoajuda o de managment.

Tot i el comentari negatiu, estic 100% d'acord amb tu. Som una societat massa superficial, sols valorem la façana, tots cuidem la façana, tots posem maca la façana...però que fem amb el cor i l'ànima???

Cris dijo...

Ja,ja,ja...!
Potser sí que és d'autoajuda...però és que a la feina em matxaquen molt amb aquest tema (i a mi, m'afecta)...
Ahir no tenia màgia, ho reconec...però hi tornaré...promised!!!(això d'autoobligar-me a un post setmanal és el que té...)
Petonikus