Flotar en el agua y dejarse llevar por el
suave oleaje; mirar hacia el cielo y buscar con los ojos un par de nubes; la impresión
de estar sostenido por una frágil cortina tejida con el agua del mar…
Para que
no se desvanezca esa magia, tengo que concentrarme mucho para no mover ni una pierna, ni un brazo, ni
un dedo, ni siquiera un pensamiento.
Flotar en la superficie, sin advertir que hay vida por debajo, mantener la calma y seguir relajado, vuelto del
revés mirando al cielo y en realidad sin prestar atención a nada. Simplemente
dejándose llevar por las aguas calmadas y levemente saladas del verano. Lo
necesitamos más de lo que creemos, lo hacemos poco o casi nunca, no deja de ser
un juego de niños, pero cuando lo probamos, ay, nos quedaríamos así durante
horas…Este podría ser nuestro íntimo momento veraniego al que volver con el recuerdo.
Sumergirse en el agua y captar el sonido del
auténtico silencio; mirar hacia los lados y descubrir con sorpresa una
naturaleza de colores protegida por un gran manto azul; la percepción de estar
en un espacio casi lunar, irreal, donde todo sucede con delicadeza…
Para que no
se pierda esa especial simbiosis de mi cuerpo con el nuevo medio, tengo que concentrarme para aguantar un poco más la respiración y que los peces no se asusten de las burbujas.
Sumergirse en la profundidad, sin acordarse de que la vida sigue igual allá arriba, detenerse a disfrutar del silencio y darle
la vuelta a la mirada para contemplar los detalles del fondo del mar. Nos produce una rara y nueva sensación, por qué no lo habíamos probado antes, y sin dudarlo, decidimos que queremos quedarnos un poco más en este lado del mundo. Esta podría ser, incluso, nuestra petición
para el próximo verano.
Así es nuestra mente, repleta de pensamientos
que nos sobrevuelan ligeros de como una brisa marina o que surgen, de repente,
como un pulpo sorprendido en una oscura oquedad marina. Unos llegan para quedarse y otros solo nos despiertan para luego esfumarse con las corrientes, como las fantasmagóricas
medusas. A veces, nos seducen y arrastran con hermosas melodías pero otras nos asustan, porque su voz es tan fuerte como el graznido de la
gaviota.
A todos los pensamientos hay que cuidarlos, mimarlos,
contenerlos y calmarlos. A todos ellos hay que tenerlos presentes pero también dejarlos
pasar.
En la calma de la superficie o en el silencio del fondo del mar, todos vivimos un
estupendo verano, que empieza y acaba, sobre todo, para volverlo a desear.
1 comentario:
¡Qué belleza de paisajes! El verano es una de las épocas más esperadas del año sobre todo por la llegada de las vacaciones y el clima agradable sin embargo aunque suene a cliché la verdad es que en esta temporada suceden las mejores cosas. ¡¡DEFINITIVAMENTE!!
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