A muchos de nosotros nos une un pasado lejano y nos separa el pasado que le sigue después. Eso sucede con toda naturalidad, sin enfados, ni riñas. La vida es así. Sin embargo, es curioso que si un día el destino se decide a ponernos de nuevo los unos frente a los otros, durante unos segundos, a pesar de la curiosidad o de las ganas de hablarnos, existe la tentación de disimular que no nos hemos visto, o que, al vernos, no nos hayamos reconocido.
¡Qué extraños son los reencuentros!, en un instante te trasladan hacia el propio pasado, hasta otra vida a la que ya cerraste la puerta, y te conducen hasta un yo del que ya poco queda.
Como no estabas preparado para que sucediera hoy y ahora, en ese momento aparece la duda de pararte o seguir hacia delante. Si disimulas te sientes muy mal, pero no es porque seas seas frío o descuidado, sino todo lo contrario, es porque te hubiera gustado que hubiera ocurrido de forma distinta...
Porque... ¿es posible repasar los últimos tres años en ese encuentro casual, cuando solo tenemos dos minutos antes de entrar en el cine?... ¿Cómo se puede responder a la pregunta qué tal te va aparte de bien, muy bien?... ¿no es triste que del reencuentro quede poco más que unas cuantas frase atropelladas y banales?... En esos casos, lo único que te hace sentir mejor es despedirte desde lo más hondo y atinar a decir me alegro mucho de haberte visto y pasar tus manos por sus brazos en un intento de abrazo rápido...y es que se hace tarde, esta noche es muy fría y la película está a punto de empezar. ¡A ver si nos vemos en la salida!
¿Y si te reencuentras con alguien que hace lo menos veinte años que no te ves? El pasado forma parte de tu infancia y los recuerdos se emborronan ante ese encuentro fortuito, así que és difícil dedicir afrontar ese momento. Lo más curioso es porqué todos acabamos preguntándonos a qué te dedicas, como si la profesión indicara lo que eres, lo que sientes.Y después viene una pregunta sencilla, dónde vives, y después, ya sin poderlo evitar, finalizamos reviviendo el universo donde nos sentimos seguros, el pasado dorado por el tiempo, aquella niñez que compartíamos. Pero los minutos pasan, y los que ahora comparten nuestros presentes, nos miran apremiándonos para irnos. Nos hubiera gustado seguir hablando de aquellos años y deseamos con sinceridad que la vida les haya tratado bien. Por ello nos despidimos balbuceando a ver si conseguimos quedar todo el grupo un día de estos.... y te vuelves hacia la otra persona y con delicadeza pronuncias encantado de conocerte.
En todos los casos, les digas o no algo, te pares o no, la consecuencia es siempre la misma: justo después de seguir tus pasos, tu mente se queda anclada en el pasado, comparándolo con el presente. Solo entonces, ves a través tuyo, como si fueras otro, para contemplar el paso del tiempo, tan simplemente que parece mentira que todo ello haya sucedido tan rápidamente…Pasa la vida, así que no nos queda otra que disfrutar al máximo el presente.