16 septiembre 2012

Si te asustas, ríe

Esta semana leí que una empresa había realizado una encuesta a los trabajadores con unos resultados para reflexionar. A la pregunta de si hay algún error en tu trabajo, qué consecuencias se producen, la mayoría de trabajadores habían respondido:me echan una bronca o me despiden. A eso le llamo yo vivir con miedo.
Para mí el miedo es algo esencial. Y no lo digo solamente porque soy incapaz de ver una película de terror, o porque la oscuridad me agudiza el sentido del oído, o porque si lo pienso, al acostarme, aún veo monstruos con los ojos cerrados. El miedo forma parte de mí. Me bloquea y me confunde.
Supongo que por eso me aficioné a canturrear para espantar al silencio y soñé felices historias para ahuyentar las fobias.

No me considero más débil porque en medio de alguna aventurilla, me hayan castañeado los dientes. Recuerdo una vez, bien entrada la noche, como bajo una espectacular nevada, la simple visión de los coches bailando sin control en la carretera me dejaron sin habla. Me imaginaba que seríamos los siguientes. Solo oía las ruedas avanzando dificilmente sobre una nieve que empezaba a helarse y a mis dientes…y yo ni siquiera conducía.
El miedo te hace dudar, especialmente de tí mismo. No te deja avanzar, te deja pegado a una baldosa incapaz de ni siquiera moverte. Aunque seas un especialista en algo, en un instante, el miedo te paraliza. Y me viene a la cabeza una ocasión un 31 de Diciembre, en el que fuimos a hacer kayak con un buen amigo con una excusa muy romántica: ver la salida del Dakar, que empezaba en la playa de Castelldefels, desde dentro del mar. El estaba pasando un mal momento y una locura nos parecía perfecta. Imaginad: Castelldefels que no Australia, frío pero con camiseta de neopreno…Y sin embargo, una ola me revolcó y de la impresión, fui incapaz de nadar. Me hundí, a pesar que soy nadadora y que mis pies podían tocar el fondo …necesité rescate!
El miedo puede ser incluso intelectual, de no saber, de no llegar, de no ser capaz. Cuántas veces he leído el enunciado de una pregunta en la universidad y de la presión del tiempo, ver cómo se desvanecía al leerla o cómo se convertía en alfabeto árabe…Entonces tenía que respirar un par de veces, esperar que la taquicardia bajara su ritmo, y sobre todo, evitar morderme las uñas, pues sino el efecto era aún peor. Y luego, contradictoriamente, era de aquellas repelentes a las que les preguntaban: ¿qué tal te ha ido el examen?, y respondían fatal, para luego sacar un notable.
El miedo me ha perseguido siempre, desde el momento fatídico en que perdí durante 10 minutos a mis padres en el Parc de la Ciutadella, cuando era una niña, hasta esta misma mañana, cuando creí no poder respirar al quedarme sola en medio del lago durante la travesía de Banyoles a nado. Por un momento pensé que si me ahogaba nadie me salvaría!
Soy una miedosa pero ello no me asusta. En realidad me gusta explicar estas anécdotas, que me pasan muy a mensudo, a mis amigos, y reírme con ellos.. Siempre he creido que explicando aquello que te preocupa o que te atemoriza te ayuda a quitarle importancia y te hace superarlo antes. Acaba pareciendo una simple historieta.
Así que si te asustas y no puedes evitarlo, no hay como reírse después.
¡Mano de santo!

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