03 junio 2012

Short Cuts (I love BCN)

Pedalear en soledad me permite admirar al mundo que vibra y se mueve en una alfombra colorista y contradictoria.Trazos de vida se muestran en los balcones, en las plazas, entre lineas de las conversaciones, en los parques y en las avenidas o cruzando la calle cuando el señor se pone verde…
A la velocidad de las piernas, en breves instantes se pasa de la sonrisa al drama y en minutos, uno vuelve a reconfortarse porque tras la esquina, la vida continúa.

Al girar por Paseo San Juan, veo unos abuelos que descansan de su paseo alineados en cada uno de los bancos. Casi todos llevan un bastón enhiesto a pesar de la curvatura de su espalda. Sus pensamientos se pierden con la mirada fija en un crío que no deja de balancearse hacia delante y atrás, mecido por un caballo de madera sin larga crin ni herraduras.
Al otro lado, unos matrimonios jóvenes han decidido quedar para verse y empiezan varios diálogos que se detienen constantemente para avisar al crío del caballo, o a la niña de las coletas que tenga cuidado porque no para de caer al suelo....y echarse a llorar. Las conversaciones se alejan como frágiles mariposas en direcciones opuestas y ellos se quedan por un momento tan mudos como los abuelos.
Más allá un hombre greñudo y de semblante descuidado anda hurgando en los contenedores con sigilo, no vaya a sorprenderle un poli, o aquellos niños o sus madres, o la fija mirada de un abuelo, aunque hace ya unos metros que los dejé atrás.
Hago una parada de trámite, -¿me da usted media docena de huevos?-, a mi lado, una moto deja de rugir para enmudecer a mi lado -¿les queda algún pollo…muerto?-...-oiga usted, nosotros tenemos pollos matados, no muertos, que no es lo mismo -.Todos reímos por dentro o por fuera, según cada cuál. Seguro que los abuelos se reirían simplemente y los matrimonios jóvenes….pues tendría que pensarlo.
Más arriba, cuando la gota de sudor empieza a invadirme la frente, una algarabía se me acerca: ¡hoy en una calle de Gràcia, hay comida entre vecinos!. En una barbacoa se acaban de asar los tomates y en un garage abierto se improvisa una gran mesa rematada con un hule de cuadros verdes y vasos de plástico amarillos. Podríamos invitar a todos, incluso al greñudo, si se diera una buena ducha, se afeitase y promete no terminarse el vino.
En la calle siguiente, una pareja discute en la puerta de casa: -tu no me dijiste que aquello te importaba tanto, si lo hubiera sabido…-ella tiene una llave en la mano y un pie en la escalera, y la cabeza dispuesta a esconderse en su caparazón. Me gustaría decirle que lo piense bien, que los portazos no sirven para nada, pero voy de paso. Seguro que si le preguntara al greñudo él quizás tendría una historia para ella o si fuera a ver al chico que quería conversar en medio del griterío de los niños, él compartiría sus penas, lástima que les separen unas calles.
Hago un par de pedaladas más y me cruzo con unos jóvenes que dicen que “Zapatero fue unos de los diputados más jóvenes, a los 26 años…”. ¿Por dónde andará este diálogo? ¿y hacia adónde irá?...pero como se trata de política y tiene poco crédito para mis oídos, los dejo que se alejen sin más.

En la acera izquierda de Balmes, justo después de cruzar Mitre y parar a pedirle a una chica dónde había comprado la barra de pan que llevaba, paso delante de un banco con tres señoras rubias que gesticulan en un idioma que no entiendo. De repente, una de ellas toma una bolsa y se acerca a los labios una botella que tiene escondida y ello me hace sacudir la cabeza y pensar cómo se concatenan unas historia con otras, solo separadas por un poco de asfalto y un montón de edificios.
Al final de la cuesta me cruzo con un chico que me dice Buenos Días a las tres de la tarde y concluyo que muchas veces, no es necesario ir al cine o al teatro, ni leer un buen libro ni ver la televisión para admirar como el mundo vibra en tan solos unos pocos kilómetros de un domingo cualquiera.
¡Love Barcelona!

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