04 febrero 2012

Ángeles como nosotros

Mantener la creencia de que el ser humano sólo se vuelve malvado por los avatares del destino, por la codicia desmesurada, por una inseguridad latente o por la simple y llana envidia, hacen posible que algunos de nosotros aún podamos observar de vez en cuando a ángeles anónimos que se cruzan en nuestras vidas.
Sin embargo, yo no creo que sean ángeles como los del Cielo sobre Berlín, que te observaban desde lo alto con una mirada distante con un deje de lástima, al darse cuenta de la facilidad con la que nos complicamos la existencia, dejando de amar para concentrarnos en anhelar lo que aún no tenemos. Quizás por ser tan perfectos y elevados, debe ser difícil encontrarse con ellos.



Los ángeles que yo he visto se han ido desvaneciendo de mi memoria porque son muy livianos. Se esconden normalmente en lugares muy sencillos y toman la forma de personas de carne y hueso. Pueden ser enfermeras de grandes ojos azules con una voz dulcísima que te arrullan para distraerte al ponerte los puntos de sutura tras un accidente casero, o ser taxistas con mil historias para compartir, que te hacen el viaje más amable y te arrancan finalmente una sonrisa a pesar que subiste nervioso y frenético. Los ángeles anónimos se encuentran en los párquings subterráneos dispuestos a indicarte una dirección o el camino más sencillo o se hallan sentados en un banco y te regalan unos buenos días justo en el momento en que empezabas a sentirte solo.
Algunos ángeles no sólo se cruzan contigo sino que te dan un abrazo para espantar a la tristeza que arrastrabas desde hace semanas y otros te llaman por teléfono y te mantienen despierto a base de un sinfín de bromas.
Hay personas normales que pueden convertirse por arte de magia en ángeles por un instante: como aquel día en el que alguien escucha por la radio tu canción favorita y te la pone al otro lado del teléfono o cuando suena un ring desde el otro lado del mundo para desearte feliz año durante las doce campanadas. Hay días en que alguien te dice aquello que llevas días esperando y de repente pasas de la desidia a la dicha, sin más.
Todos ellos transforman un día normal en un día único, porque llenan con un guiño el hueco que tenías en el corazon. Ello hace arrepentirte de haber dejado de creer en que el ser humano es maravilloso.
No sé si tu has visto un ángel esta mañana, pero yo te advierto que están aquí, a nuestro alrededor. Solo tienes que confiar, dejarte llevar y verás cómo te guiñan el ojo...
O quizás prefieras probar a ser tú un ángel por un instante: ¿por qué no lo pruebas?...

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