05 marzo 2011

I like

Me ha tocado o quizás tengo la suerte de vivir en una época en el que las noticias, sean del calibre que sean,  se extienden como una mancha de aceite a través de un mar virtual, en un momento en el que en lugar de mirar hacia lo que nos ofrece el día, nos dejamos los ojos en una pequeña pantalla y, para matar el tiempo, nos asomamos al balcón de internet para ver cómo dicen que viven los demás.
Desde aquí no se nos oye la voz, lo único que alerta a los amigos de nuestra presencia es que seleccionamos un “me gusta” o escribimos un comentario de dos líneas. Suena a poco, pero en el reinado de la inmediatez esto es un mínimo y un máximo para muchos de nosotros. Quizás sea conformarse o quizás sea un regalo, depende...
Durante toda mi vida, he procurado “gustar” a los demás, escuchándoles, adaptándome a ellos, interesándome por lo que les preocupaba. Mientras lo intentaba, trataba de ocultar lo que consideraba más mediocre en mí, lo que no coincidía con ellos o lo que podría ser una considerado una debilidad…  ¿Cómo deben construirse las amistades ahora que todo parece tan…superficial?
Es curioso, ahora que definitivamente ya no pretendo gustar a los demás, me paso el día diciendo “me gusta” en la red. Así que creo que ha llegado el momento de enumerar lo que de verdad a mí me gusta. A los que he ido engañando durante tantos años, mis más sinceras disculpas.
Me gusta leer una buena novela a la sombra del verano, de aquellas que te transportan, que disfrutas intensamente, pero muchas veces dejo sin terminar aquellas obras que no entiendo y reconozco que durante los días de trabajo, soy incapaz de abrir una sola página.
Me gustan las  carreteras estrechas, llenas de curvas, a cuya derecha se respira el mar y hacia el otro se pierde la montaña, conduciendo sin prisa mientras tarareo la música que suena, y curiosamente no he sido ni seré una buena conductora: aborrezco la tensión y la obligación de llegar a algún sitio a una hora.
Me gustan los paisajes serenos y solitarios, el campo verde y las pequeñas flores amarillas que nacen en primavera, pero no sé por qué mis escritos están repletos de personas, de miradas tristes, de voces de niños. Mis historias huelen a barrio industrial con el repiqueteo de la vida latiendo en sus calles.
Me gusta ver a los jóvenes de melena al viento saltando con sus monopatines, les envidio sus pantalones bajos y su despreocupación, pero me emociona la imagen de un abuelo con su nieto mirando con atención las obras que cambian la cuidad.
Me gustan los viajes exóticos, fotografiar paraísos perdidos, averiguar su historia, adentrarme en sus mercados y percibir su esencia, y sin embargo me muero por volver a casa, aspirar el olor a asfalto y comer mi plato favorito.
Me gusta estar con la gente que me quiere, pasar las horas divagando entre temas, remover de nuevo los buenos momentos, pero muchas veces los siento lejos y ni siquiera soy capaz de marcar su número de teléfono.
Cuando ocurre, me conecto a la pequeña pantalla en la que me dejo los ojos, me asomo al balcón para ver cómo cuentan su vida y selecciono un “me gusta” o les escribo un breve comentario que dice:         
“¿cuándo nos vemos?”.

2 comentarios:

Aurora Casado dijo...

Cris: M' agrada la teva sinceridad.També coïncidexo amb alguns del teus "gustos".
Una abraçada.
Aurora.

Anónimo dijo...

Doncs mira, ens veiem quan tu vulguis, així que ja pots anar treient l'agenda i buscant data.
Ptonassos,
Gineta :-)