30 abril 2016

Balbuceos


Dicen que son necesarios veintiún días de práctica para que algo se convierta en rutina y se interiorice (quizás para siempre). Y también dicen que algunas acciones que aprendemos, no se olvidan nunca..."como ir en bici"...
(¿A vosotros no os pasa que cuando dicen esa frase os catapultáis directamente a la imagen borrosa de vosotros de enanos encima de la bici con las manos aferradas al manillar, preparándoos para aquella largaaaa bajada ?)

De repente, cuando menos lo esperamos, una circunstancia, una simple circunstancia, nos aleja de una rutina que hemos acabado amando pues la habíamos convertido en nuestra vida. A mi hace poco que me ha pasado. Si lo pienso ahora, podría visualizarlo como como si una enorme ave me hubiese agarrado y me hubiera alejado con ella por los aires: mientras pataleaba, mantenía los ojos bien cerrados para no morir de vértigo y terror. Nos marchamos muy lejos. Cuando abrí los ojos, estábamos en otra tierra y en otra vida, así que no tuve más remedio que empezar de cero. Y después de veintiún días, mis nuevos rituales se volvieron rutina, los interioricé como si siempre hubieran sido míos y, sin pensarlo, volví a amar a esa nueva vida a la que me había acostumbrado.
Será por esa capacidad de adaptarnos por lo que las personas estamos hechas de barro y serrín, de sueños y risas, de agua y sal…

Esta nueva etapa me ha pedido paciencia,  generosidad, bajar la voz, andar más despacio y dejarle un espacio a la intuición. Durante este tiempo he descuidado, (o más bien no tenían cabida), aquellos pequeños momentos en los que me dejaba acariciar por las notas de una canción. Aquellos en los que, al cerrar los ojos, descubría una imagen distinta, como ahora, en el que imagino un cielo gris, cargado de la electricidad de un viento que, allá a lo lejos sobre el mar, descarga sus reproches sobre las olas, que se arremolinan.

La pura emoción, el abandono, volar con el susurro que llega de la música, un ritual tan íntimo y tan individual que no encaja en este ahora en el que aterricé sin marcar la ruta…
Ni siquiera recordaba cuánto lo necesitaba. No me apetecía, no encontraba el momento, o no existía, simplemente. 
Dicen que son necesarios veintiún días para que algo se convierta en costumbre y solamente hacen falta unos minutos para que tu vida dé un vuelco. Y no queda más que empezar de cero, en otra vida, hasta que se convierte en la tuya.
Sin embargo, cuando una tarde empiezas a escuchar las notas de una canción, y el momento te envuelve, surge de nuevo esa emoción pura, que va vibrando lentamente para acabar invadiendo el alma. Y es que hay acciones que aprendemos, que no se olvidan jamás...



“Escribe, escribe, no dejes nunca de escribir. Aunque sea con un biberón en la mano…”.

01 enero 2016

Reflexiones entre años

¡Un año más! 
Quien lo iba a decir cuando solamente hace unos días, unos meses, justo hace un año, nos sentábamos todos juntos en la mesa para mirar sin pestañear el televisor y el reloj de la Plaza, mientras contábamos, (más de una vez, por si acaso), las 12 uvas afortunadas que nos iban a dar suerte.
No sé si será por casualidad, por rutina o más bien por la tozudez del ser humano, que este año hemos vuelto a repetir la misma escena. 

Así, año tras año, solamente tenemos que buscar las siete diferencias en los detalles más nimios para reconocer el número del final que nos dé el año en cuestión: la programación del canal de televisión, la cena mejor o peor preparada, los colores del mantel elegido, la profusión de adornos navideños, la conversación más o menos insulsa de la cena, los petardos que explotaron fuera, el orden de las canciones y los comentarios, el frío de aquel diciembre que se hizo notar, el vestido que aquel día estrenamos...

Sin embardo, todo esto pasa sin pena ni gloria por nuestra mente, que se acaba aturullando, mezclando año con año, olvidando incluso para el siguiente, aquel deseo que estuvo repitiendo como un mantra mientras se llevaba a la boca de forma automática los granos verdes, dulces y afortunados del año pasado. Solamente queda en la memoria lo realmente importante: el recuerdo que marca el devenir de la vida por ser como es: las sumas y las restas, los que se van y los que vienen, los que sufren y los que disfrutan, los que crecen y los que se marchitan. Año a año, hay un momento de la cena en el que estas escenas vuelven privadamente a nuestros ojos, hilvanados en una secuencia cinematográfica lenta pero fugaz…hasta que se marchan y volvemos a incorporarnos a la conversación.

Ya sé que somos unos supervivientes y por ello, no nos puede bloquear ni la pena ni el miedo y a lo desconocido ya nos enfrentaremos cuando aparezca. Sin embargo, lo que no comprendo es porque no nos desequilibramos en el otro sentido, por qué no disfrutamos plenamente de los pequeños momentos con verdadera consciencia. Aunque compartimos la mesa con ocho, cuatro o dos, ¿por qué no estamos verdaderamente juntos?, ¿por qué no aprovechamos totalmente ese instante fugaz de felicidad?... Además teniendo en cuenta que el reloj sigue corriendo en una carrera veloz hacia delante que sin remedio nos llevará a separarnos…

Echo de menos la consciencia, el valorar el aquí y ahora. Nos pasamos el día corriendo con la cabeza estirada hacia delante intentando visualizar el mañana y mientras, desatendemos el presente. Y cuando éste nos desalienta, nos defrauda o nos contradice, entonces le volvemos la espalda y recordamos un pasado adornado o quizás verdadero, pero, ¿quién puede probarlo ahora…?. Quizás no sepamos vivir de otra manera, y entre acelerar y frenar de golpe, se nos vaya la energía y la fuerza en esos tumbos y ya no somos capaces de tirar todos juntos. A menudo estamos agotados para disfrutar en familia o para compartir pequeños, efímeros pero únicos momentos.

En realidad, vivir trata de eso, ¿no? . Aprender sumando nuevas perspectivas, crecer compartiendo momentos inolvidables, amar sintiendo de verdad cuánto nos necesitamos, fluir dando y recibiendo con generosidad y equilibrio...

...Y entre reflexiones, comienzo mi andadura en este recién estrenado 2016, que espero compartir e ilusionarme con muchos de vosotros.