01 febrero 2015

No estamos tan lejos...

Cuando aún vivía en casa de mis padres, la rutina de cada tarde al llegar de cualquier parte era pasar por casa de la abuela para decirle hola y para que me contara durante diez minutos los trending topics de su día, (entonces ni la palabra existía) o, si estaba animada, los de su pasado. Aunque me iba preparando mientras subía las escaleras y giraba la llave para entrar, sabía que aquellos minutos serían eternos, porque eran siempre variaciones de un tema que me había contado cientos de veces y no tenía ninguna conexión con lo que yo estaba viviendo entonces. Sin embargo, si la interrumpía o me avanzaba en la historia para abreviar aún era peor, porque entonces a ella se le deshacían las escenas y volvía a empezar de nuevo y en lugar de diez, se convertían en quince…
Ella no podía comprender que aquello hubiese dejado de ser crucial para una generación como la mía y yo no tenía la paciencia para repintar sus palabras con el barniz de mis valores. Sin la vinculación que teníamos y con el paso del tiempo, esta distinta visión del mundo hubiera abierto una grieta insalvable, si no fuera porque siempre existe algo esencial a lo que todos volvemos...

Es lo esencial, ahora creo saberlo y entonces no, lo que nos une a todos nosotros, pero necesitamos años y unas cuantas experiencias para darnos cuenta. Es un misterio que se va despejando con la brisa del tiempo.

Hasta que no llegue el momento en que deje de comprender al mundo, hasta que no esté cansada de sorprenderme y sepa que ya no hay vuelta atrás, no podré dejar de intentar resolver el misterio de cuáles son las piezas que mueven el mundo. Solo entonces, quizás me atreva a decir “aquí lo dejo” y por fin me siente en un balancín para mecer mi vejez con tranquilidad y sordera...Sin embargo, (me conozco y sé que no podré evitarlo), cuando pase alguien por delante de mi jardín y me salude, me pondré a explicar historias que a nadie le importan y recordaré que eso era lo que hacía mi abuela...

Para que esto suceda, lo sé, aún falta mucho tiempo, pero he de reconocer que algo está empezando a cambiar delante mío:
Las edades ya no suman como antes y ya no importa el más diez o el menos diez, porque todos empezamos a tener dudas similares sobre temas cotidianos. Aunque no lo comentamos, en nuestro interior empezamos a ser conscientes de que hay lugares que no nos suenan, disciplinas en las que ya no destacamos y en las que incluso podemos meter la pata. Además, los ambiciosos nos hemos vuelto comedidos, y los valientes, más prudentes, porque sabemos que en determinadas situaciones los que destacarán serán otros. Si no fuera porque siempre existe algo esencial a lo que todos volvemos, no nos sentiríamos tan bien.

Porque en realidad, no estamos tan lejos...
A pesar de las nuevas palabras o de las que parece que importan, a pesar del cambio de prioridades o de referentes o de modas, aunque hayan cambiado los que ganan y pierden, los nombres propios y los falsos nombres, a pesar que nuestro universo se vuelva cada vez más incomprensible, sabemos que, a pesar de todo, los valores esenciales serán siempre los mismos:
se temerá a la soledad y se gritarán las injusticias, se llorará a la familia por encima de cualquier circunstancia. De cualquier ceniza surgirán y vencerán valores como el amor, la pasión y la amistad...

y todos ellos, seguirán haciendo vibrar al mundo.

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