

A riesgo de perderme, por si acaso, escribía. Y lo hacía frenéticamente, en mi diario o garabateando en cualquier papel, como si al hacerlo me redescubriera entera y me encontrase de nuevo. Escribía en las servilletas, en pequeños cuadernos, de día o de noche, sentada en un banco o estirada en mi cama y creo de verdad que aquello me volvía a dibujar de nuevo, me perfilaba los ojos y el pelo, para recuperar el coraje y la valentía y poder volver a casa.

Hoy me he despertado y me he dado cuenta que no sé ni cómo ni porqué he ido a parar hasta donde estoy:
¿Qué fuerza
poderosa me ha arrastrado hasta aquí?, ¿fui yo o fueron las
circunstancias que jugaron conmigo?...
...y si desando el camino, ¿conseguiré volver?, ¿tendré fuerzas suficientes o cuándo
llegue estaré tan exhausta que no valdrá la pena?
Miro hacia
delante y no sé hacia dónde dirigirme para llegar a mi destino:
y si voy corriendo en esa dirección a toda velocidad, ¿recuperaré el tiempo
perdido o el tiempo ya se fue
desvaneciendo durante el trayecto?
Por primera vez no tengo respuestas
a todas las preguntas y me produce una especie de vértigo que me hace agarrarme más y más a la tierra. No tener certezas me hace estar más atenta a lo que de verdad ocurre, aquí y ahora, y no pensar en nada más...
Quizás es esta la causa y no otra por la que hoy estoy aquí.
Vamos a dejarnos sorprender...
Quizás es esta la causa y no otra por la que hoy estoy aquí.
Vamos a dejarnos sorprender...