Existen tres tipos de personas: las que no necesitan grandes reflexiones para ser felices, las que un día reflexionan profundamente y a partir de entonces inician una nueva vida y las que les gusta reflexionar a todas horas pero rara vez toman drásticas medidas al respecto.
Cuando hago largas caminatas por las montañas, a pesar de contemplar el infinito y admirar los elementos esenciales de la vida, a menudo me
despisto y vuelvo a darle vueltas a los temas que me preocupan y que no he
solucionado. Por suerte, las cuestas son lo suficientemente empinadas para pedirme un poco más de esfuerzo y concentración. Cuando solamente puedo mirar alternativamente hacia arriba y hacia el par de metros que tengo por delante, sé que mi mente ya no tiene lugar para nada más.
cuando miro hacia el cielo puedo ver como el viento arrastra con suavidad las nubes que juegan a desvanecerse, al bajar la vista hacia el lago de gélidas aguas, descubro que el mismo viento ha creado unas ondas en la superficie, que se estremece ante su contacto. En lo alto de las crestas, de nuevo el viento juega a colarse entre las rocas emitiendo unos silbidos largos y misteriosos. Finalmente, me dejo envolver en esa sensación de pequeñez, a la vez me siento grande. Quizás esta deba ser mi definición de armonía.
No la vemos, o no sabemos verla. Qué afortunados son los
músicos, pues ellos sí que reconocen lo que es la armonía. Nosotros sólo podemos captar las buenas canciones. Si nos fijamos, en ellas ni las voces ni los instrumentos, aunque distintos y singulares, sobresalen los unos de los otros. Aunque todos fueran magníficos individualmente, sin esa unión especial que de vez en cuando se produce, no sería posible que una canción se convirtiera en clásica.
Si eres como yo, de los que reflexionan constantemente y se desorientan de
vez en cuando, escucha el silencio de la naturaleza y baila con él, en armonía.
Armonía: Unión y combinación de sonidos simultáneos y
diferentes, pero acordes.