Hace unos años me inscribí a un curso de escritura. Una de
las frases que se me quedó enredada en algún lugar de mi interior y que de vez en cuando reaparece fue la
siguiente:
para ser un verdadero escritor
tienes que ser sincero. Probablemente es por eso que siempre me he escondido
entre un millar de excusas para no tener que compartir las aventuras de mi
mente que a veces ni yo comprendo. Quizás sea el miedo a ser juzgado…
Y mientras tanto, la
vida es lo que pasa mientras estás haciendo otros planes.
En otro de mis cursos, esta vez de expresión corporal, la
profesora me dijo muy solemne: tu siempre intentas hacer lo más complicado. En aquel momento me sorprendió mucho, pero más tarde me hizo reflexionar, por lo cierto que era: soy una inconformista de lo sencillo, de lo
que-puede-hacer-todo-el-mundo. En la búsqueda del más difícil todavía, intento saltarme los los pasos que, lo sé, probablemente sean necesarios para poder cruzar el río con
seguridad. Y por eso muchas me veces me caigo y si el agua está muy fría, me quedo sin
respiración, los músculos se me quedan tiesos y dejo de pensar con nitidez.
Debería ser más humilde para ser capaz de empezar por lo que-puede-hacer-todo-el-mundo y luego echar
a volar. Quizás sea el miedo a ser igual…
Y mientras tanto, los
demás van adelantándose mientras tú sigues pensando porqué.
Cada vez que llega el primer día de clase, del tipo que sea
y a pesar de los años, me sucede lo mismo: no consigo llegar a la hora y justo para no desentonar, intento parecer simpática y acabo dando la nota. Y cuando llega el último día de clase, ya lo espero, alguien me dice en confianza: aunque me caiste muy mal al principio, tengo que reconocer que luego he cambiado de opinión. Prometo que la próxima vez adelantaré al menos diez minutos de todos los relojes que marcan mi mundo para tratar de cambiar el final del
curso. Quizás sea el miedo a no gustar…
Y mientras tanto, la
vida va poniendo a cada uno en su lugar.
Me he apuntado a infinidad de cursos, bueno, quizás no
tantos, y he de confesar que ha sido más por curiosidad que por la necesidad de
aprender. El mundo es inmenso y el conocimiento infinito, especialmente para mí, que tengo una memoria que trabaja por su cuenta.
Conociéndola, seguro se quedará con el
cuento en lugar de la lección y preferirá a la verdad un trocito de anécdota para poder inventarse el resto de la canción. Quizás sea hora de enseñar más que de aprender...