03 noviembre 2013

Bailemos




Existen tres tipos de personas: las que no necesitan grandes reflexiones para ser felices, las que un día reflexionan profundamente y a partir de entonces inician una nueva vida y las que les gusta reflexionar a todas horas pero rara vez toman drásticas medidas al respecto.


Cuando hago largas caminatas por las montañas, a pesar de contemplar el infinito y admirar los elementos esenciales de la vida, a menudo me despisto y vuelvo a darle vueltas a los temas que me preocupan y que no he solucionado. Por suerte, las cuestas son lo suficientemente empinadas para pedirme un poco más de esfuerzo y concentración. Cuando solamente puedo mirar alternativamente hacia arriba y hacia el par de metros que tengo por delante, sé que mi mente ya no tiene lugar para nada más.

Hoy reflexionaba sobre cómo conseguir dejar de pensar. Quizás todo se base en conseguir una cierta armonía. La naturaleza es en sí misma armónica y poderosa: 
cuando miro hacia el cielo puedo ver como el viento arrastra con suavidad las nubes que juegan a desvanecerse, al bajar la vista hacia el lago de gélidas aguas, descubro que el mismo viento ha creado unas ondas en la superficie, que se estremece ante su contacto. En lo alto de las crestas, de nuevo el viento juega a colarse entre las rocas emitiendo unos silbidos largos y misteriosos. Finalmente, me dejo envolver en esa sensación de pequeñez, a la vez me siento grande. Quizás esta deba ser mi definición de armonía.

Y desplazándome un poco hacia las situaciones cotidianas me pregunto: ¿cuántas veces nos han contrariado por algo que consideramos injusto?. Algunos se enfadan y otros nos ponemos tristes…pero, ¿nos han hecho daño en un mundo donde todo fluía o era por el contrario un entorno en el que había fuerzas opuestas o desequilibradas?. Y además, ¿intentábamos convertir ese entorno en un espacio armónico o tirábamos con todas nuestras fuerzas para convertirlo en otro?...Cuántas veces no habremos arrastrado a muchos en pos de un objetivo, el nuestro, el bueno, el verdadero, y hemos contemplado finalmente con desánimo como se ha desvanecido porque no ha podido sobrevivir al entorno que no creía en él.

No la vemos, o no sabemos verla. Qué afortunados son los músicos, pues ellos sí que reconocen lo que es la armonía. Nosotros sólo podemos captar las buenas canciones. Si nos fijamos, en ellas ni las voces ni los instrumentos, aunque distintos y singulares, sobresalen los unos de los otros. Aunque todos fueran magníficos individualmente, sin esa unión especial que de vez en cuando se produce, no sería posible que una canción se convirtiera en clásica.

Tenemos que volvernos hacia la naturaleza para ser capaces de conseguir un mundo mejor. La mejor estrategia se halla en el universo, delante de nuestros ojos. Y sin embargo, a pesar de los grandes documentales de la televisión, no nos damos cuenta. 

Si eres como yo, de los que reflexionan constantemente y se desorientan de vez en cuando, escucha el silencio de la naturaleza y baila con él, en armonía.





Armonía: Unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes.