20 octubre 2012

I'm getting old

Llevamos unos días que amanecen grises y siguen así de tristes durante todo el día. Mientras, el trabajo no me concede tregua alguna y sobre todo, algunos ahí dentro se dedican a darme puntapies leves pero constantes. Todo ello conforma una espiral de tedio y de otoño. Asi que cuando el otro día sonó una canción del pasado por casualidad, volví mi mirada hacia las mañanas soleadas y a las tardes ansiosas por salir. ¿Por qué cuando nos hacemos mayores se nos escapan las ganas de huir hacia las noches estrelladas, de llenar las mañanas de pájaros y sueños?
Que sabré yo de cocinas, solo sé de comer solo, de eso si que entiendo…canta mi spotify mientras yo termino de pasar una tarde aburrida como pocas, de las que se anhelan después de pasar horas que se han deshecho entre problemas absurdos para cualquier marciano que viniera de visita a la tierra. ¿Por qué cuando crecemos somos capaces de ocupar el tiempo en tales tonterías sin cuestionarlas?, ¿dónde está la rebeldía para decir basta ya?


Lucha de gigantes convierten el aire en gas natural…deja de engañar, no quieras ocultar que has pasado sin tropezar…Sigue avanzando la música sin más, mientras yo pienso que sería increible quitarse el pijama y autopropulsarse, teletransportarse para ir a pasar un buen rato con los amigos, sin cansancio, sin dolor de cabeza, sin tener que pensar en nada, sin tener que decir algo correcto o pensar en decenas de cosas a la vez, como un malabarista de circo. ¿Por qué madurar significa perder la frescura para poder decir e-xac-ta-men-te aquello que te pasa por la mente?

Fue un pasatiempo, un capricho poco más, después amanecí dormido en un portal…me dice la canción de la que entiendo la letra mientras recuerdo mis ganas de aprender, mis interminables preguntas, el día que conseguí traducir a una amiga la letra de una canción en inglés inventándome la mitad de las palabras porque no sabía más. Qué difícil es ahora hacer que me escuchen, a pesar de la pasión que sigue envolviendo mi forma de ser: algunos no quieren hacerlo  porque están pensando en decir lo suyo, otros lo hacen porque no tienen más remedio, y quizás unos pocos se evaden y sólo oyen un zumbido en lugar de mis palabras como hice yo tantas veces…¿Por qué con el tiempo se nos quitan las ganas de emocionarnos, de dejarnos llevar, de enamorarnos sin más?
Con todo este panorama, para que luzca el sol, mi amor,…, mi rayo de luz, no hay más remedio que rebelarse, echar a volar, así que estoy pensando en dar un enorme salto que me lleve hasta la cima de una montaña nevada, donde respiraré aire fresco y limpio y con las pilas cargadas, me deslizaré por la ladera gritando hasta no poder más. Justo abajo, me encontraré con una fiesta llena de gente buena, mis amigos, y con ellos me tomaré un mojito a la salud de todos los que me importan mientras se oirá una canción de fondo como la que ahora suena: Shine on, shine on, yes…!

PS. Título alternativo: tengo la gripe (bona apreciació Gina)
PS2: música de The New Raemon, versión de Antonio Vega por Love of Lesbian/Zahara, Francisco Nixon, De la Fé y las Flores Azules, The Kooks.

14 octubre 2012

Proezas

Frente a mi tengo a un loco colgado de un globo a 39 km del suelo. Desde la tranquilidad del sofá, espero a que se abra su cápsula y se lance al vacío. Yo estoy muerta de miedo, pero él no es como yo. Le veo pestañar, pero no sonreir, ha dicho unas palabras pero ninguna es de las que emocionan. Quiero suponer que lo de hoy no es solo un record para él, sino un verdadero sueño. Segundos antes de saltar, me pregunto: ¿sudará de miedo, le dirá a los suyos que les quiere, se arrepentirá justo antes?...
¡Qué distintos somos los unos de los otros! en mi caso, no recuerdo haber tenido nunca ganas de realizar ninguna proeza. Ni siquiera de pequeña, en aquella hermosa época en la que la ventaja con la que jugamos todos es que el miedo solo aparecía cuando leíamos el cuento de Hansel y Gretel, o cuando mamá nos apagaba la luz de nuestra habitación.
Sin aún malas experiencias por recordar y con un cuerpo acabado de estrenar, era imposible tener ninguna duda antes de atrevernos a algo.
Al pensarlo ahora, me parece una temeridad haberme lanzado por la barandilla del colegio cuando no me veían, o subime a un monopatín con el propósito de hacer aquella bajada sin poner ningún pie. Hoy ni siquiera haría el pino en el patio y estaría al revés durante tantos minutos…¡o me caería o me marearía o me crujirían todos los huesos, de esos no hay duda!...
Por ello, no puedo creer cómo existen seres humanos a los que les gusta probarse a sí mismos hasta esos límites, que disfruten con el riesgo, que pongan en peligro su vidas…A mi por supuesto no me encontrarán atada a ninguna cuerda elástica a punto de saltar por un puente, ni me verán justo en un precipicio atada a un ala delta o un parapente.
Sin embargo puedo imaginarme la sensación desde el aire simplemente estirándome de espaldas sobre la hierba contemplando el cielo y las nubes y el mundo al revés. Y aunque no puedo estar demasiado tiempo dentro del silencio del océno espantando a los pececillos bajo el mar, me encanta la sensación especial al zambullirme bajo las olas. En esos instantes, formo parte de un mundo donde reina el silencio y la paz, donde las cosas suceden lentamente, el nadar de los los peces, las algas meciéndose a merced de la corriente. Quizás es tan hermoso porque dura el tiempo en que la respiración aguanta...

La única forma en que puedo volar es a un metro del suelo y para poder mantenerme en el aire, tengo que nadar constantemente. Y solo es posible cuando sueño. Cuando algún ruido me despierta, sigo entera, así que sigo durmiendo plácidamente. Hasta que suena el despertador o tengo la suerte que el sol me despierte.